El retroceso cultural a un año de la cuatroté
Carlos Lara G.
Si hace un año nos hubieran dicho que la cultura en este gobierno que, no solo adoptó como acento y adjetivo El poder de la cultura, sino que contaba con el respaldo de importantes voces del sector, iba a resultar tan desastroso, nadie lo hubiera creído.
Comenzó aprobando el presupuesto más bajo de la historia, lo cual no solo es reprobable, sino también una vergüenza moral para esta clase gobernantes que vivió décadas auto proclamándose la conocedora, amante, protectora, defensora, promotora y difusora de la cultura. Mal entendieron, y por ende, mal interpretaron desde un inicio la descentralización administrativa. Creyeron e hicieron creer que una renta en Tlaxcala era eso, una descentralización cultural. Vamos, un federalismo cultural. Hoy sabemos que fue la primera de una serie de ocurrencias para salir al paso. Ahora sabemos que es una suerte de bien mostrenco por el que paga una renta de 89 mil pesos mensuales, que viene a engrosar la cifra de más de 180 millones que eroga en el centro de país por ese mismo concepto. Tan era una ocurrencia, que en menos de tres meses anunciaron el Proyecto Chapultepec justo en el centro del país, el cual tendrá más atención y recursos que cualquiera de las acciones de descentralización anunciadas por la Secretaría. Encima, ahora está en medio de una disputa autoral, que pinta casi igual que la fallida presentación de la voz de Frida...
Después vino el estruendoso adjetivo de El poder de la cultura, que ha quedado a la altura de un mal slogan de campaña. Inmediatamente después el desprecio por la sociedad civil organizada y una especie de política para los pueblos y comunidades indígenas que consiste en querer hacer todo por los pueblos originarios, pero sin los pueblos originarios. Lo que diga el dedito presidencial y sus consultas a mano alzada.
Pero ahí no acaba todo, siguieron con la cancelación de programas y fideicomisos, así como la presentación del Plan Nacional de Desarrollo, que en materia de cultura es igual de pobre que esas poco más de 80 páginas, ya que confunden de la peor forma posible las estrategias con enunciaciones, propósitos y objetivos.
Y qué decir de la aprobación del T-Mec. A unos meses de que habían decretado la muerte del neoliberalismo, vimos a todos los senadores de la cuatroté votando sin respingar este tratado, echando a la basura sus promesas en materia de cinematografía y ese empalagoso, obtuso y obnubilado discurso que enarbolara primero, María Rojo, y continuaron los Taibos, Poniatowskos y adláteres, de sacar la cultura de los tratados.
Con tantos desatinos, la secretaria de cultura, Alejandra Frausto, solo atinó a seguir el consejo y recomendaciones de sus asesores y esconderse de los medios de comunicación. Fue así que la mal adelantada senadora Jesusa Rodríguez, continuó la crisis del Fonca que había iniciado Bellatin y Lord Condesa en la primera reunión con los creadores, y por si fuera poco, apareció en escena la desubicada periodista que preside Notimex para cerrar la pinza.
En las últimas semanas la secretaria de cultura ha decidido volver a aparecer en medios, lo cual está muy bien, pero creo que enfrenta ya un problema mayor: la política cultural parece estar en otro lado. No se percibe un liderazgo ni en ella ni en la secretaria que preside, que logre controlar a un Paco Ignacio Taibo en su intento por engullir todo lo que huela a libro y lectura en la Secretaría de Cultura, para colocarlo debajo de las funciones del Fondo de Cultura Económica, lo cual estaría genial, si se hiciera con orden y no de la forma tan patosa como lo está queriendo llevar a cabo. Sería fabuloso contar, por ejemplo, con un Instituto Nacional del Libro y la Lectura, pero insisto, con orden. No puede controlar tampoco la perniciosa editorialización de Canal Once, menos la de Notimex, mucho menos las declaraciones de Jesusa Rodríguez y muchísimo menos los antojos de la esposa del presidente, que ahora le ha dado por abanderar la Estrategia Nacional de Lectura. Y cuando digo que no puede controlar, no me refiero a imponer control, cosa que tampoco podría, sino que no la ven como la titular de un sector que merece ante todo respeto institucional para poder diseñar, implementar y enarbolar una política cultural de Estado.
Si no hay consideración y respeto al trabajo de la secretaria, difícilmente podrá ejercer el cargo en condiciones, se limitará a cumplir con una parte del derecho a la cultura, que es la administración de bienes, porque el acceso y prestación de servicios culturales están queriendo hacerlo desde otro lado, desde otras instancias, que con conocimiento o no, están minando el liderazgo formal de la secretaria de cultura. Así las cosas, a un año de esta desastrosa administración, solo podemos hacer esto, un recuento de daños.
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