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El Consejo Asesor y la Reunión Nacional de Cultura
Carlos Lara G.
Un Consejo sin consejeros y una Secretaría que los hereda
El 21 de abril de
2017 fue creado, no sé por qué ni para qué, el denominado Consejo Asesor de la
Secretaría de Cultura. Y digo no saber por qué o para qué, debido a que durante
27 años el mal llamado Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, fue un
Consejo sin consejeros; y ahora que es Secretaría, que nada obligaba a María
Cristina García Cepeda a conformar un consejo, le dio por heredarlo, perdón,
por conformarlo. Ahora, la atribución la tiene, pero la experiencia nos dice
que no sirve de nada. Del actual -porque no sabemos si sigue vigente o no-, nunca
se supo nada, siempre estuvo al margen de las discusiones en materia de
presupuesto al sector, por ejemplo, de la ratificación del Tratado de Libre
Comercio, de la maltrecha declaratoria de Octavio Paz, el polémico Premio Luz
de Plata etc… Por tanto, una cosas es que sea una de las atribuciones de la
Secretaría de Cultura, esa de crear consejos interinstitucionales y de
especialistas, de acuerdo a la Ley Orgánica de la Administración Pública
Federal, pero otra es la pertinencia administrativa, política y cultural. Considérese
que el argumento central del Acuerdo por el cual fue creado el citado Consejo
era que resultaba conveniente, según dice el documento, establecer un Consejo
Asesor para que el titular de la dependencia recibiera recomendaciones y
sugerencias de especialistas en arte y cultura. Dicho Acuerdo establece la
forma en que se integrará: presidido por la Secretaria y hasta 25 especialistas
en las materias competencia de la secretaría, el Subsecretario de
Desarrollo Cultural; el Subsecretario de Diversidad Cultural y Fomento a
la Lectura; el Oficial Mayor; y el Jefe de la Unidad de Asuntos Jurídicos.
El Acuerdo otorga al Consejo la atribución de asesorar al
Secretario sobre temas específicos de arte y cultura; presentar propuestas,
recomendaciones y sugerencias para mejorar el desempeño de los
programas de la Secretaría de Cultura; proponer acciones específicas para
fortalecer los alcances de las atribuciones y facultades de
la dependencia, y establecer un espacio de comunicación que permita
retroalimentar los procesos de planeación y operación de los programas de
la Secretaría. Bajo mi punto de vista, creo que si no funcionó en la pasada
administración, en esta hay menos condiciones pudiera funcionar, ya que lo que
no está en vías de extinción, está centralizado, los recursos, las acciones y
hasta la opinión de los titulares. Sería un Consejo de ornato, con grandes
nombres, lo mejor de la nomenclatura cultural del país, pero haciendo de
jarrones etruscos.
La Reunión
Nacional de Cultura que la Secretaría no quería
En las acaloradas discusiones, primero en Cámara de
Diputados y después en el Senado de la República, con los verdugos de
Consejería Jurídica de Secretaría de Gobernación, uno de los temas de mayor
conflicto fue justo la Reunión Nacional de Cultura. Secretaría de Cultura no
quería cargar con esa obligación en la Ley. Contrario a ello, los miembros del
Consejo Asesor y del Grupo Redactor, considerábamos que era un espacio
estratégico para la evaluación y reconducción de la política cultural con los
titulares de cultura de todo el país. Fue así como quedó enmarcada en un
capítulo que va del artículo 30 al 36, como un mecanismo de coordinación,
análisis y evaluación de las políticas públicas nacionales en materia de acceso
a la cultura y disfrute de los bienes y servicios culturales, así como espacio
de promoción y respeto de los derechos culturales. Establecimos que la participación
en la Reunión Nacional se realizaría de conformidad con los lineamientos que al
efecto se emitan.
Además, que dicha reunión se efectuará una vez al año, en la
sede que designe la Secretaría de Cultura con el propósito de proponer
directrices de política pública nacional sobre el objeto de la presente Ley; presentar
propuestas de proyectos de trabajo entre las instituciones federales y las
entidades federativas; políticas de impacto cultural en comunidades y regiones
que favorezcan la cohesión social, la solidaridad y la cooperación entre
personas, grupos y generaciones, así como los asuntos que propongan los
representantes y que por mayoría apruebe el pleno de la Reunión. Asimismo, que
en el marco de la reunión, la Secretaría de Cultura daría seguimiento a los
convenios y acuerdos alcanzados de conformidad con los lineamientos de
operación que se emitan para tal efecto.
En esta reunión puede haber de todo, reclamos, estirones,
ajustes de cuenta, solicitudes, acuerdos y desacuerdos. ¿Por qué no quería el
anterior gobierno la Reunión Nacional de Cultura en la Ley? Primero porque
tendría que cumplir con ello, lo que supone en la práctica, dar la cara y
escuchar los reclamos de la ineficiencia en la entrega de recursos, coordinación
e implementación de programas etc. Pero justo para eso se estableció en la ley
como un espacio de encuentro que, una vez superadas las diferencias, presupuestales
principalmente, funcione como un mecanismo de coordinación, análisis y evaluación
de la política cultural del Estado mexicano.
En relación al Consejo, lo mejor que podrían hacer es
desaparecerlo. O bien, presupuestar harto café y galletas para sus reuniones. Solicitud improcedente, lo sé, en la austeridad republicana de la cuatroté.
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