Caros Lara G.
Caros Lara G.
Hace casi 20 años inició un debate en México que, a primera vista parecía un capricho nacionalista, pero en el fondo, ponía de relieve un aspecto fundamental del arte y la cultura: la integridad de los elementos en una creación artística. Hablo del doblaje de las películas. Hoy, a menos de un año del anuncio que hiciera el extinto ProMéxico el 21 de agosto pasado, de apoyar a empresas del sector audiovisual en el marco de MIPCOM 2018 en la ciudad de Cannes, Francia, donde se dio a conocer la creación del Consejo Mexicano de la Industria del Doblaje, tenemos un par de problemas nada menores, la desaparición de ProMéxico y el regreso a la agenda legislativa de la prohibición del doblaje.
Por un lado escuchamos a quienes opinan y sostienen que estamos ante una industria muy importante que, en efecto, en estos 20 años se ha consolidado y cuenta con el antes mencionado Consejo Mexicano de la Industria del Doblaje, integrado en un principio por empresas como Caaliope Communications, Dubbing House, Grupo Macias y Labodigital.
Como sabemos, México es líder continental en el campo audiovisual, cuenta con una gran producción creativa generada por el cine, la televisión, la animación, los videojuegos, así como los efectos visuales digitales, la realidad virtual y la realidad aumentada. Industrias que suelen defender y ser consecuentes con el derecho de autor y los denominados derechos conexos. ¿Que por qué subrayo esto? Porque considero que el doblaje en la industria cinematográfica, atenta contra los derechos del intérprete de los autores y contra los derechos de autor de los creadores de la obra original; coarta además los derechos de la sociedad, de la audiencia, a la posibilidad de ver las obras en su forma primigenia.
Uno de los propósitos del citado Consejo Mexicano de la Industria del Doblaje, a decir del extinto ProMéxico, es tener una personalidad representativa ante diferentes organismos gubernamentales y empresariales; impulsar y fortalecer el adecuado uso del idioma español; acreditar internacionalmente la experiencia actoral de ocho décadas de doblaje mexicano y ubicar claramente a los estudios de doblaje de calidad mundial certificada. Sin embargo existe un problema. Que quitando los documentales y las producciones infantiles, el doblaje altera, por no decir afecta, las obras cinematográficas en una parte que es sustancial, como la banda sonora que, dicho sea de paso, forma parte de un derecho conexo. La banda sonora es consustancial a la actuación, a la realización de las escenas y a su intensidad, comporta intencionalidad. Bajo mi personal punto de vista, el doblaje mata la esencia de los procesos de actuación, de esa intensidad e intencionalidad en las interpretaciones. Altera y modifica el guión y la dirección al anular la carga emocional Que tanto e guionista como el director imprimen en la obra. Todo esto nos priva de la oportunidad de ser cómplices de escenas que abrazan perversidad, ternura, maldad, odio, esperanza, en fin, emociones.
Estamos ante una expresión (la cinematográfica), que es y ha sido una eficiente forma de comunicación en la que todo cuenta, un gesto por ejemplo, una mirada, la profundidad de una frase, puesto que encierra un poder simbólico y muestra al espectador la intención artística de este denominado séptimo arte. En el teatro como en el cine el cuerpo es la escenografía de la palabra, por tanto, si esta se altera mediante la voz, la banda sonora y en general la atmósfera creada por el director, se ven afectadas debido al doblaje, que termina por alterar la obra en la forma en que fue concebida. Pensemos por ejemplo, en el trabajo del responsable del casting, una actividad en la que la actuación, la intencionalidad y el poder interpretativo de los actores es fundamenta. Los actores son elegidos por estas cualidades, que se van a la basura lo mismo que la dirección etc.
La pregunta es ¿Qué consideramos debe prevalecer, la integridad de los elementos de una obra, el respeto a la banda sonora, los derechos de autor... o el crecimiento económico de una industria? En lo personal, considero que no podemos estar a favor del respeto de ciertos derechos y hacer excepciones por un factor económico, pasando por alto un tema de interés público.
Ahora bien, recordemos que el español no es la única lengua en el país; si quedaba alguna duda, el amparo promovido por el poeta Maldonado Carballo en 2016, en contra del obtuso artículo 230 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y radiodifusión, llevó a la Primera Sala de la SCJN a determinar que, establecer el uso exclusivo o preferente del idioma español en las concesiones de radiodifusión era inconstitucional, ya que la Constitución no reconoce una sola lengua nacional. ¿Por qué entonces no doblar las cintas a las diferentes lenguas que se hablan en nuestro país? No me digan, ¿Por un criterio económico? Por ese mismo criterio es que las comunidades alejadas de los centros urbanos, por cierto, en general son las mismas que hablan otro idioma diferente al español, no tienen cobertura de Internet.
Insisto, la sociedad tiene el derecho de recibir la obra en la forma original en que fue concebida, como atinadamente señaló en su momento la Ministra Olga Sánchez Cordero; derecho que el doblaje viola como ya hemos señalado. Ahora, lo más importante de este debate es que, con la autorización del doblaje, los poderes públicos colocan un tema del interés público en el terreno de los intereses privados. El lucro y el crecimiento económico de una industria no puede pasar por encima del interés público establecido en una normatividad orientada a salvaguardar la originalidad, autenticidad y finalidad de las obras artísticas.
Las grandes cadenas distribuidoras de cintas se han diversificado tanto, creando y adaptando salas para los que quieren vivir las emociones con mayor intensidad, para los que no pueden dejar de comer, para quienes desean comer en plan VIP acompañados de una película, para los que no pueden desconectar de los teléfonos; para los que desean ver la final de un partido de futbol en una sala, para los que quieren festejar un cumpleaños etc... Su motivación siempre es la misma: poder llegar a más público. Solo que en este caso, insisto, estamos ante un tema fundamental enmarcado en el interés público. Por cierto ¿Qué hacemos con los sordos?
Creo que debemos preservar el arte cinematográfico en la forma en que fue originalmente concebido. En lo personal, soy partidario de la promoción de los valores culturales y artísticos de cualquier nacionalidad, en particular del cine, por lo que representan tanto para la obra en sí, como para los derechos autorales, el trabajo de dirección, el trabajo autoral y de los responsables del casting (donde es fundamental y determinante, no solo la actuación, sino también la interpretación y la intencionalidad de lo escrito en el guión), lo mismo que la musicalización etc. Es verdad que la Corte ya sentó un criterio, que ya se manifestó sobre la constitucionalidad de esta práctica, por lo que revivir este debate a casi 20 años de distancia y a uno de la creación del Consejo Mexicano de la Industria del Doblaje, deberá por lo menos reconsiderar el interés público de las obras y la regulación del interés privado de una industria que las altera. Un tema que es todo, menos algo sencillo de abordar desde el Poder Legislativo. La pregunta es, cómo entenderán, tanto los legisladores como los Ministros de la Corte, el artículo 4to., de la Constitución que hace 19 años no existía, y el cual establece que: Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el EJERCICIO DE SUS DERECHOS CULTURALES. El Estado promoverá los medios para la difusión y desarrollo de la cultura, atendiendo a la diversidad cultural EN TODAS SUS MANIFESTACIONES Y EXPRESIONES CON PLENO RESPETO A LA LIBERTAD CREATIVA.
1 comentario:
El subtitulaje ya cubría el el derecho al acceso a una obra por parte tanto de quienes no conocen la lengua original como de los sordos (con el CC).
Como traductora audiovisual este es mi punto de vista:
Por lo que he leído y visto de las organizaciones en pro del doblaje, están armadas únicamente para defender los derechos de actores y productoras de doblaje, pero al mismo tiempo ignorando por completo a traductores y muchas veces en detrimento de la obra original (ya que la traducción y revisión del texto es el proceso al que MENOS tiempo se le dedica y tiene los menores tiempos de entrega) y por extensión, como mencionas, del derecho a gran parte de la audiencia que quiere ver y oír la obra original.
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