El seminario virtual en gestión cultural organizado por la red de universidades ha generado un poco de todo. Interés, buen ánimo, críticas, descalificaciones…todo suma sin duda, fuimos convocados por casas de estudio, al amparo de la libertad de cátedra y de expresión.
Agradezco la invitación a la red y a los organizadores por al apoyo técnico. A Eduardo Nivón por su acertada moderación y a mi tocayo por este enriquecedor mano a mano. Asimismo, comparto tres reflexiones en relación a preguntas y reacciones de algunos colegas:
1.- La primera parte del ejercicio era comentar acerca de si considerábamos había crisis en la Política Cultural. Yo sostengo que sí y que además fue inducida... Muchos se pusieron nerviosos cuando comencé a relatar los desafortunados hechos de la 4T en materia cultural. Sé que duele, más cuando no se tienen argumentos para responder a la afirmación de que no hay proyecto, sino un catálogo de reivindicaciones. Hechos: Se las metimos doblada camarada…(Paco Ignacio Taibo II en la FIL de Guadalajara) “Menos Paz y más Revueltas” (el mismo personaje) Hagamos un homenaje desde el FCE a escritores perseguidos (mismo personaje). Considerar que los asesinos de un empresario en la denominada Guerra sucia, son una suerte de héroes (el exdirector del Archivo General de la Nación). La creencia de que la gestión y promoción de la cultura consiste en ponerse un huipil, dejarse el cabello largo y comenzar a hablar de diversidad cultural… El diseño de los algoritmos verbales que dan forma al lenguaje agrícola de la actual Secretaría (lenguaje que jamás pensó en el sistema de riego). El innegable estancamiento presupuestal, la senadora Jesusa Rodríguez y su pobre visión sobre Fonca, del que vivió por años; los ataques de San Juana Martínez y Hernán Gómez desde dos medios público, el golpeteo interno, la pobreza intelectual y desorganización de la Comisión de Cultura de Cámara de Diputados, la miopía de la Comisión de Cultura del Senado, con reformas absurdas e inoperantes a la legislación del derecho de autor, la intromisión de la no primera dama en todo aquello que se le antoja (con todas las facilidades de los recursos públicos, pero sin ninguna responsabilidad). Así el slogan de “El poder de la cultura”.
La otra parte de esta primera sesión del seminario consistía opinar sobre el contexto del Covid-19, y cómo creíamos repercutirá en el sector cultural. No lo sé comenté, pero cualquiera puede ver que el escenario no es ni será alentador... Comenté sí, la necesidad de que los agentes culturales especializados y capaces de diseñar una política (transversal), puedan sumarse a la posible reconstrucción del sector, que la necesitará.
Algunos colegas que se sienten aludidos cuando señalo la diferencia, que considero existe entre gestores culturales y agentes culturales, dicen entender la diferecnia y el entorno de la gestión cultural, pero el único entorno que vio entienden y dominan es el de Facebook. Hay una conducta muy peculiar en algunas reacciones, esa que no tener argumentos y a sacar de contexto una expresión para quedar bien con tus empleadores... es, creo, la peor de todas.
Los hay que, convertidos en verdaderos porristas mentales de un alumnado de diplomaturas, talleres y licenciaturas donde todo cabe, sabiéndolo acomodar, dicen estar construyendo la paz con retazos de alitas de mariposas y hacen de ello una materia, una profesión, vamos una maestría y un proyecto de vida. No está mal, pero creo que la actualidad nos exige más; nos reta a ser más creativos y a superar la necedad, o incapacidad, de adaptarse a nuevas realidades. Entiendo la resistencia a ello, no la justifico. Creo que quienes no lo hacen es porque ven más fácil adaptar la realidad a su discurso, para seguir viviendo del cuento.
2.- La cultura, bajo mi punto de vista, tiene vertientes: antropológica, sociológica, económica, tecnológica y jurídica por citar algunas. Pregunto ¿Desde cuál de ellas desean intervenir en la política cultural? No se puede ir por la vida diciéndose gestor cultural, sin un entendimiento y dominio de la profesión; entrando a todo tipo de debates y convocatorias, desde una sola visión; sin leer, estudial y preparar de forma ordenada una intervención. Es necesario comprometerse un poco más. Ya desde la consecusión de fondos, ya desde la difusión cultural, la legislación cultural, la administración pública de la cultura, la economía creativa… y dejar de hacerle al gestor cultural monsivariano. Carlos Monsivais era un ser excepcional, irrepetible, que se preparaba en cada uno de los terrenos que abordaba, escribía, opinaba. Por eso es inclasificable.
Es necesario entender el mercado, sus dinámicas: Ya no son las instituciones culturales y educativas las que determinan el consumo cultural. Es necesario saber curar: conocer las bondades y el poder de la curaduría selectiva; entender que el valor de los bienes y servicios culturales reside hoy en la curaduría. Es necesario ser disciplinado. Es necesario tener la capacidad de destruir para construir. Cuatro de las conclusiones que establezco en el libro El salario emocional de la cultura
Un amigo empresario de los medios de comunicación me dijo hace unos años (cuando los politólogos y economistas comenzaron a desplazar a los comunicólogos de los espacios radiofónicos y televisivos), que para él como empresario era mejor contratar a un a un economista y capacitarlo en comunicación para estar a cuadro o al frente de los micrófonos, que a un comunicólogo y capacitarlo en economía. Lo mismo con los politólogos. Decía. Esto mismo pasa con los denominados gestores culturales. Los empleadores optan por contratar a un diseñador, a un community manager, a un abogado… y capacitarlos en gestión cultural, que contratar gestores culturales para capacitarlos en estas áreas. Es necesario que los gestores culturales sepan defender ese territorio que dicen conocer, profesionalizándose.
3.- Fito Páez señala en su método de creación algo milenario que traigo a colación para quienes crean y recrean elementos de identidad cultural. Más allá de la voluntad personal, dice, es necesaria la fuerza del otro. Ahí aparece algo milenario que hay que entender: Que uno hace el pan, el otro entierra los muertos, otro corta el tikcet de la entrada del cine, otro hace la leche y uno cuenta la historia. No a manera de historiador, sino de una suerte de pequeño chamán del barrio que canta con la guitarra para que todos se diviertan el sábado por la noche. A esto me refiero cuando hablo de los tramos de competencia y responsabilidad. El problema lo tenemos cuando el gestor cultural pretende asistir a la reunión del sábado por la noche, queriendo ser el que hace el pan, entierra a los muertos, corta el ticket de la entrada del cine…
La cultura es una fogata, como bien nos recuerda Juan Villoro. Aunque en estos momentos, creo que es una suerte de chimenera, donde todos tenemos un rol específico, si queremos divertirnos el sábado por la noche.
El hábito no hace al monje, dicen; pero lo distingue de orden. Y en la gestión cultural pasa lo mismo, con la atenuante de que aquí hay órdenes y congregaciones.
Con aprecio, Carlos Lara G.
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