lunes, 14 de octubre de 2019

El arte y la cultura como castigo



El arte y la cultura como castigo

Su consumo como parte de la justicia punitiva

Carlos Lara G.

En algo que podría ser tema central de un ensayo sobre el menosmalismo mexicano, las autoridades de León Guanajuato han decidido promover el arte y la cultura como castigo. Me pregunto qué opinaría Ibargüengoitia de esta medida que el ayuntamiento de dicha ciudad ve tan innovadora, que consiste en establecer como una alternativa de sanción para quienes infringen el reglamento de policía y el de tránsito, la visita a los museos o el trabajo comunitario. Si esto es así, considero que están enviando un pésimo mensaje.
Considérese por un momento quienes serían los infractores del reglamento de policía y vialidad. Personas en estado de ebriedad, consumidores de marihuana en espacios públicos, quienes se orinan en la calle, acosadores y gandallas de la vía pública. No tengo nada en contra de que las personas que suelen cometer este tipo de faltas se acerquen al arte y a la cultura, sino que lo hagan a manera de premio justo por infringir normas de convivencia social. Hagamos un ejercicio sobre quienes serían estos “nuevos públicos” como dicen ahora. Este reglamento, como la gran mayoría de reglamentos del país, considera como faltas, las acciones u omisiones que alteren el orden público o afecten la seguridad, la moral, la salud o tranquilidad en lugares de uso común. Nos dice que son faltas o infracciones contra el bienestar colectivo, el consumir, distribuir o incitar al consumo de estupefacientes, psicotrópicos o enervantes en lugares públicos. Ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos no autorizados para ello, ocasionar molestias al vecindario con ruidos o sonidos de duración constante o permanente y escandalosa. Alterar el orden, provocar riñas o escándalos o participar en ellos. Impedir o estorbar el uso de la vía pública. Como faltas o infracciones contra la seguridad general, están el arrojar en la vía pública cualquier objeto o liquido que pueda ocasionar molestias o daños, causar falsas alarmas o asumir actitudes que tengan por objeto infundir pánico entre los presentes en espectáculos o lugares públicos; detonar cohetes, encender fuegos artificiales o usar explosivos en la vía pública sin la autorización de la autoridad competente. Finalmente cita como faltas e infracciones contra la propiedad en general, la realización de pintas, manchas o leyendas, o cualquier otra acción que dañe los monumentos, plazas, parques, puentes, fachadas o muros de casas, de edificaciones comerciales o industriales, o cualquier otro inmueble público o privado (salvo permisos), así como dañar, cubrir, borrar, pintar, destruir o remover señales de tránsito, de nomenclatura, el maltrato animal y un largo etc.
O sea que, si algún ciudadanos comete una de las faltas o infracciones antes señaladas le ofrecerán como una forma de evitar la multa o el arresto correspondiente, una visita de tres horas a un museo. Eso o trabajo comunitario. Lo que está haciendo el municipio es equiparar, por no decir sobajar, el arte y la cultura a nivel de tortura o molestia. Insisto, estos dos ámbitos del desarrollo humano de las personas, no pueden ser parte de un sistema de justicia punitivo. Resulta grave esta medida porque refleja la pésima concepción que tienen las autoridades de esta ciudad de la actividad artística y cultural.
Según el área de Ejecución de Sanciones de la Dirección de Prevención del Delito, mil 437 personas han preferido o han sido canalizadas al pago de multas por servicio a la comunidad o actividades culturales en beneficio propio; 948 por faltas administrativas y 489 por infracciones de Tránsito. Señala que se trabaja con jóvenes que son canalizados por parte de Juzgados Cívicos por la comisión de faltas administrativas, además de los que de forma voluntaria conmutan la sanción. Aseguran que tratan de fomentar la parte cultural mediante el conocimiento de los espacios culturales, universidades, incluso, la visita a la Biblioteca Central.
De hecho, tienen registrado el caso de un infractor, que según ellos, tenía una vasta cultura, y pagó su multa siendo guía de exposiciones en el Museo de Arte e Historia de Guanajuato. La psicóloga del área de ejecución de sanciones, Patricia Sata, dice que cuando hay un infractor del reglamento, se le da la oportunidad de hacer acciones en favor de la comunidad, como jardinería, conservación del medio ambiente, estética de la ciudad y actividades culturales. Lo anterior está muy bien, si entendemos por actividades culturales, prestar su ayuda para la realización de las mismas, pero no en calidad de asistente con el único propósito de conmutar una multa o un arresto.
Hacer del arte y la cultura parte de un sistema de justicia punitivo, es revivir el viejo conductismo escolar en el que de niños éramos enviados por los profesores al museo, a escribir a mano lo que decía la cédula informativa de cada cuadro.  
¿En verdad son tan malos nuestros museos que hay que generar visitas con horas de arresto? En lugar de generar nuevas estrategias de gestión cultural para hacer de la institución museística una parte central del desarrollo cultural de los ciudadanos, para que acudan a ella por interés personal o familiar, terminamos concibiendo los museos como una extensión de la barandilla. En fin, más de alguno dirá, menos mal que van a los museos. Así el menosmalismo mexicano.

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