sábado, 14 de abril de 2018

Los numerati y el álgebra de la vida moderna


Los numerati y el álgebra de la vida moderna 

Carlos Lara G.

El álgebra de la vida moderna es una gran canción de Fito Páez, del disco Enemigos íntimos (1998). Retrata muy bien el delirante momento que vivimos como sociedad. Tomo prestado el título para unirlo a la tesis de un libro que acabo de leer, del colega Carlos Elías Pérez, intitulado El selfie de Galileo, software social, político e intelectual del siglo XXI. La obra nos ayuda a entender el poder de los numerati, estos marcatenientes de la red que controlan todo a través de algoritmos. Nunca las humanidades y las matemáticas habían estado tan de la mano, como señala el autor. Al analizar las matemáticas y la construcción de la realidad, lo hace precisando el término “Realidad”, en el marco de los adelantos tecnológicos que han generado fenómenos como el Second Life, así como la manera en que el mundo real se está definiendo como una consecuencia de la realidad virtual. Por ello, sostiene que el término “Ciberespacio” admitido por la RAE, ya no explica lo que ocurre en la sociedad de la segunda década del primer siglo del tercer milenio. Acude así a la definición de “Cibernética”, definida como el estudio de las analogías entre sistemas de control y comunicación de los seres vivos y de las máquinas; y en particular el de las aplicaciones de los mecanismos de regulación biológica a la tecnología. Esto es, biología y tecnología unidas en un mismo espacio definido en el entorno informático. 


Esta reflexión es reveladora si consideramos que, cuando se desarrolló la informática y la robótica y, en general lo que hoy conocemos como cibernética, se esperaba que la tecnología imitara a los seres vivos; jamás se previó la posibilidad de que los seres vivos desearan con tanto ahínco imitar a la tecnología. Hoy vemos una sociedad real deseosa de imitar patrones de la realidad virtual, con algunos eventos donde ya la inteligencia artificial y los algoritmos de los numerati están tomando el control de las acciones. Cambridge Analytica ha llevado a Mark Zukerberg, no solo a comparecer ante el senado estadounidense, sino también a cambiar los protocolos en la gestión de datos de los usuarios. Estamos pues ante una nueva realidad, que no es realidad virtual porque trasciende el ámbito informático, pero que tampoco puede entenderse sin la realidad diseñada en el entorno cibernético, sin las presiones de la opinión pública virtual que son cada día más determinantes en el espacio público. Esta nueva relación, entre lo real y lo virtual, podría definirse como bien sugiere Carlos Elías, como una “Ciberrealidad”, por hacer referencia a la realidad de los seres biológicos (los humanos), pero condicionada por lo que sucede en el entorno virtual. 

Un nuevo ecosistema comunicacional, nos diría otro Carlos, Scolari, investigador de las Hipermediaciones, a partir de su metáfora del estanque: un depósito en el que habitan diferentes bichos, y un día alguien introduce una especie distinta que comienza a alterar el ecosistema. La interrelación entre la  nueva especie y el resto, puede dar pie a la presencia de otro depredador, puede ser deborada y ser un ente maligno para algunas especies, o bien, generar una especie nueva más resistente y poderosa. Lo mismo ocurre en el ecosistema de los medios de comunicación, emergen nuevos medios, los numeratis diseñan nuevas aplicaciones y plataformas que depredan, mutan e impactan en el estanque  sociocultural de la opinión pública.

En el marco del Talent Land en Guadalajara, fue presentado el primer androide con inteligencia artificial avanzada creado en el planeta. El evento generó una gran fascinación por su grado de inteligencia, así como cierta preocución por el futuro, si este tipo de especie  entrase en contacto cotidiano con los humanos. Sophia es el nombre del androide y puede mantener dos tipos de conversaciones, casuales que implican intercambio de información básica y diálogos más complejos con argumentos programados en su disco duro. Si la identidad digital existe, y tiene como base la portabilidad numérica, Sophía es la representante de esta nueva identidad, la ciudadanía que le ha sido otorgada por el gobierno de Arabia Saudí, sostiene la afirmación. 

Respecto a la preocupación de que la inteligencia artificial actúe en contra de los humanos, como ocurre en las películas de ciencia ficción, hay que decir que esto ya sucede desde que el hombre dejó de hacer simbiosis con la naturaleza para hacer simbiosis con la tecnología. Desde entonces, no hemos dejado de pagar facturas en diversos ámbitos de la vida. El cambio climático es uno de ellos. En el terreno de las relaciones sociales y el comportamiento humano, tenemos las fake news, la infoxicación, la crisis de atención, el selfimismamiento en que vivimos, la privatización de la opinión pública que ejercemos en un entorno de aparente libertad y los dispositivos digitales como armas de distracción masiva.  

Hace un par de meses leí una entrevista difundida por Infobae/Sin embargo, al tecnólogo  del Centro sobre Responsabilidad en las Redes Sociales de la Universidad de Michigan, Aviv Ovadya, quien viene advirtiendo de los excesos de la economía de la atención creada por los numerati, debido a que no hay un sistema de controles y equilibrios que permita un uso adecuado en términos, no solo comerciales, sino también sociales. Las predicciones de Ovadya nos colocan en la peligrosa situación en la que cualquier persona u organización política con los recursos y malicia suficiente, puede desatar la infocalipsis. Sí, diseñar una realidad matemática para desatar problemas políticos y diplomáticos de consecuencias lamentables. La ecuación es simple: un algoritmo de aprendizaje automático, nutrido de cientos de horas de videos con mensajes de contrastes, diseñados para generar una incesante interacción, que vaya configurando una realidad virtual casi imperceptible. No olvidemos que el contenido de las plataformas es gobernado por incentivos emocionales y sensacionalistas, que es la base de la economía del like, lo que explica en parte el contenido de baja calidad que abunda en ecosistemas como Facebook, Twitter y YouTube, potentes aceleradores de contenidos.

Lo anterior tuvo sus inicios hace varias unas décadas. Uno de los primeros en observar este fenómeno fue Walter Lippman, en honor a él fue acuñado el término “Recurso lippmaniano”. Una corriente que intenta determinar la realidad, no precisamente por lo que experimentamos, sino por lo que publican los medios de comunicación, a los que hoy habría que agregar las nuevas plataformas mediáticas y redes socioculturales. Lo grave de esta realidad falsificada es que atenta contra uno de los fundamentos del discurso humano, que es justo la credibilidad de los hechos, como bien señala Ovadya.

El escritor y matemático Marcus Du Sautoy, en su reciente libro Lo que no podemos saber, aborda, entre otros, los límites del conocimiento científico. Una de sus premisas es que los que entienden matemáticas controlan el mundo: “Creo que la gente se da cuenta de que los numerati, los que tienen las matemáticas, tienen poder”. Otra, es que el conoccimiento es como una hidra griega: cortas una cabeza y aparecen dos más. Esta imagen del conocimiento es un círculo que, según crece, el borde, que representa la frontera con lo que desconocemos, también parece agrandarse. Enfatiza la relevancia que están teniendo las matemáticas, el idioma de los nuevos Jefes de Estado, los marcatenientes, los numerati de Google, Facebook y Apple, así como la necesidad de establecer límites, como de hecho está haciendo el senado estadounidense. 

La economía de la atención diseñada y promovida por los numerati, nos ha instalado en una excesiva abundancia, ante la desinformación y carencia de curaduría en los contenidos, pero quizá lo más grave de todo sea la privatización de la opinión pública, camuflada mediante algoritmos, la comercialización de las relaciones sociales, la venta de nuestros perfiles y esa desenfrenada e incorregible manera de compartir contenido basura, actitud que cierra la ecuación de este modelo económico. Todo esto que lleva a los perfilados de las redes, a la apatía, a la infobesidad, a la desorientación, a la individualidad colectiva ejercida y recreada en una profunda soledad, en una aparente sociabilidad (en redes). Tenemos una comunicación tecnológicamente más rica, pero humanamente más pobre, nos dice Dominique Wolton. Por tanto, la soledad parece ser la mejor forma de estar acompañados, como señala el poeta Raúl Bañuelos. Es la ecuación de la vida moderna, afirma el maestro Fito Páez.





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