Los numerati y el álgebra de la vida moderna
Carlos Lara G.
El álgebra de la vida moderna es una
gran canción de Fito Páez, del disco Enemigos íntimos (1998). Retrata
muy bien el delirante momento que vivimos como sociedad. Tomo prestado el
título para unirlo a la tesis de un libro que acabo de leer, del colega Carlos
Elías Pérez, intitulado El selfie de Galileo, software social, político e
intelectual del siglo XXI. La obra nos ayuda a entender el poder de los numerati,
estos marcatenientes de la red que controlan todo a través de algoritmos.
Nunca las humanidades y las matemáticas habían estado tan de la mano, como
señala el autor. Al analizar las matemáticas y la construcción de la realidad,
lo hace precisando el término “Realidad”, en el marco de los adelantos
tecnológicos que han generado fenómenos como el Second Life, así como la
manera en que el mundo real se está definiendo como una consecuencia de la
realidad virtual. Por ello, sostiene que el término “Ciberespacio” admitido por
la RAE, ya no explica lo que ocurre en la sociedad de la segunda década del
primer siglo del tercer milenio. Acude así a la
definición de “Cibernética”, definida como el estudio de las analogías entre
sistemas de control y comunicación de los seres vivos y de las máquinas; y en
particular el de las aplicaciones de los mecanismos de regulación biológica a
la tecnología. Esto es, biología y tecnología unidas en un mismo espacio
definido en el entorno informático.
Esta reflexión es
reveladora si consideramos que, cuando se desarrolló la informática y la
robótica y, en general lo que hoy conocemos como cibernética, se esperaba que
la tecnología imitara a los seres vivos; jamás se previó la posibilidad de que
los seres vivos desearan con tanto ahínco imitar a la tecnología. Hoy vemos una
sociedad real deseosa de imitar patrones de la realidad virtual, con algunos
eventos donde ya la inteligencia artificial y los algoritmos de los numerati
están tomando el control de las acciones. Cambridge Analytica ha llevado a
Mark Zukerberg, no solo a comparecer ante el senado estadounidense, sino también
a cambiar los protocolos en la gestión de datos de los usuarios. Estamos pues
ante una nueva realidad, que no es realidad virtual porque trasciende el ámbito
informático, pero que tampoco puede entenderse sin la realidad diseñada en el
entorno cibernético, sin las presiones de la opinión pública virtual que son
cada día más determinantes en el espacio público. Esta nueva relación, entre lo
real y lo virtual, podría definirse como bien sugiere Carlos Elías, como una
“Ciberrealidad”, por hacer referencia a la realidad de los seres biológicos
(los humanos), pero condicionada por lo que sucede en el entorno virtual.
Un nuevo ecosistema
comunicacional, nos diría otro Carlos, Scolari, investigador de las
Hipermediaciones, a partir de su metáfora del estanque: un depósito en el que
habitan diferentes bichos, y un día alguien introduce una especie distinta que
comienza a alterar el ecosistema. La interrelación entre la nueva especie y el resto, puede dar pie a la presencia de otro depredador, puede
ser deborada y ser un ente maligno para algunas especies, o bien, generar una
especie nueva más resistente y poderosa. Lo mismo ocurre en el ecosistema de
los medios de comunicación, emergen nuevos medios, los numeratis diseñan nuevas
aplicaciones y plataformas que depredan, mutan e impactan en el estanque
sociocultural de la opinión pública.
En el marco del
Talent Land en Guadalajara, fue presentado el primer androide con inteligencia
artificial avanzada creado en el planeta. El evento generó una gran fascinación
por su grado de inteligencia, así como cierta preocución por el futuro, si este
tipo de especie entrase en contacto cotidiano con los humanos. Sophia es
el nombre del androide y puede mantener dos tipos de conversaciones, casuales
que implican intercambio de información básica y diálogos más complejos con
argumentos programados en su disco duro. Si la identidad digital existe, y
tiene como base la portabilidad numérica, Sophía es la representante de esta
nueva identidad, la ciudadanía que le ha sido otorgada por el gobierno de
Arabia Saudí, sostiene la afirmación.
Respecto a la
preocupación de que la inteligencia artificial actúe en contra de los humanos,
como ocurre en las películas de ciencia ficción, hay que decir que esto ya
sucede desde que el hombre dejó de hacer simbiosis con la naturaleza para hacer
simbiosis con la tecnología. Desde entonces, no hemos dejado de pagar facturas
en diversos ámbitos de la vida. El cambio climático es uno de ellos. En el
terreno de las relaciones sociales y el comportamiento humano, tenemos las fake news, la infoxicación, la crisis de atención, el selfimismamiento en que vivimos, la
privatización de la opinión pública que ejercemos en un entorno de aparente
libertad y los dispositivos digitales como armas de distracción masiva.
Hace un par de meses
leí una entrevista difundida por Infobae/Sin embargo, al tecnólogo del
Centro sobre Responsabilidad en las Redes Sociales de la Universidad de
Michigan, Aviv Ovadya, quien viene advirtiendo de los excesos de la economía de
la atención creada por los numerati, debido a que no hay un sistema de
controles y equilibrios que permita un uso adecuado en términos, no solo
comerciales, sino también sociales. Las predicciones de Ovadya nos colocan en
la peligrosa situación en la que cualquier persona u organización política con
los recursos y malicia suficiente, puede desatar la infocalipsis. Sí, diseñar
una realidad matemática para desatar problemas políticos y diplomáticos de
consecuencias lamentables. La ecuación es simple: un algoritmo de aprendizaje
automático, nutrido de cientos de horas de videos con mensajes de contrastes,
diseñados para generar una incesante interacción, que vaya configurando una
realidad virtual casi imperceptible. No olvidemos que el contenido de las plataformas
es gobernado por incentivos emocionales y sensacionalistas, que es la base de
la economía del like, lo que explica en parte el contenido de baja
calidad que abunda en ecosistemas como Facebook, Twitter y YouTube, potentes aceleradores de contenidos.
Lo anterior tuvo sus
inicios hace varias unas décadas. Uno de los primeros en observar este fenómeno fue
Walter Lippman, en honor a él fue acuñado el término “Recurso lippmaniano”. Una
corriente que intenta determinar la realidad, no precisamente por lo que
experimentamos, sino por lo que publican los medios de comunicación, a los que
hoy habría que agregar las nuevas plataformas mediáticas y redes
socioculturales. Lo grave de esta realidad falsificada es que atenta contra uno
de los fundamentos del discurso humano, que es justo la credibilidad de los
hechos, como bien señala Ovadya.
El escritor y matemático Marcus Du Sautoy, en su reciente libro Lo
que no podemos saber, aborda, entre otros, los límites del conocimiento
científico. Una de sus premisas es que los que entienden matemáticas controlan
el mundo: “Creo que la gente se da cuenta de que los numerati, los
que tienen las matemáticas, tienen poder”. Otra, es que el conoccimiento es
como una hidra griega: cortas una cabeza y aparecen dos más. Esta imagen del
conocimiento es un círculo que, según crece, el borde, que representa la
frontera con lo que desconocemos, también parece agrandarse. Enfatiza la
relevancia que están teniendo las matemáticas, el idioma de los nuevos Jefes de Estado, los marcatenientes, los numerati de Google, Facebook y Apple, así como
la necesidad de establecer límites, como de hecho está haciendo el senado
estadounidense.
La economía de la atención diseñada y promovida por los numerati, nos ha instalado en una
excesiva abundancia, ante la desinformación y carencia de curaduría en los
contenidos, pero quizá lo más grave de todo sea la privatización de la
opinión pública, camuflada mediante algoritmos, la comercialización de las relaciones sociales, la venta de
nuestros perfiles y esa desenfrenada e incorregible manera de compartir
contenido basura, actitud que cierra la ecuación de este modelo económico. Todo esto que
lleva a los perfilados de las redes, a la apatía, a la infobesidad, a la
desorientación, a la individualidad colectiva ejercida y recreada en una
profunda soledad, en una aparente sociabilidad (en redes). Tenemos una comunicación
tecnológicamente más rica, pero humanamente más pobre, nos dice Dominique
Wolton. Por tanto, la soledad parece ser la mejor forma de estar acompañados,
como señala el poeta Raúl Bañuelos. Es la ecuación de la vida moderna, afirma
el maestro Fito Páez.
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