lunes, 11 de mayo de 2015

Consideraciones sobre el Encuentro Nacional de Gestión Cultural

Veo con agrado que en octubre de este año se llevará a cabo en Tlaquepaque Jalisco, el segundo encuentro nacional de gestores culturales. Un esfuerzo, hasta donde sé,  realizado por diversas universidades del país interesadas en la denominada gestión cultural. Esfuerzo que debe ser apoyado en todo momento por representar un espacio de discusión y reflexión para el adecuado desarrollo institucional de esta noble actividad.
Ahora bien, la convocatoria me invita a pensar en voz alta en tres aspectos fundamentales que aquejan en la actualidad, bajo mi punto de vista, a esta disciplina, así como a realizar dos propuestas para su discusión y eventual consideración. La primera es que en la actualidad esta actividad es todo menos una “práctica especializada” como señala la convocatoria, pero entiendo que hacia allá apunta y eso es muy bueno. En lo personal veo una especie de Monsilogía, parafraseando a la maestra Rossana Reguillo, quien en alusión a Monsiváis, dice que esta es una rama del saber que estudia todo, y todo lo convierte en objeto de saber. El segundo aspecto tiene que ver con los denominados gestores culturales; existen demasiados aficionados a todo y pocos especialistas en algo; lo cual es un área de oportunidad, como se dice hoy, si se sabe canalizar el entusiasmo. El tercer aspecto es la inexistencia de un consenso en relación a la parte central de esta disciplina. Hay gestores culturales que creen ciegamente en los modelos y casos de éxito de otras latitudes y pasan por alto que toda acción cultural es contextual; otros que consideran que lo que viene de fuera es lo mejor, y otros más que sostienen que los públicos se pueden crear. Nada que no se pueda discutir y armonizar en este tipo de espacios de discusión y reflexión.
En relación a las propuestas me parece pertinente comenzar a trabajar en el registro de esta actividad ante la Dirección de Profesiones. Existen diplomaturas, cursos, licenciaturas y hasta maestrías que serían la base del registro, así como diversas competencias definidas a considerar. Posteriormente, y ya como profesión, se podría proceder a la colegiación. Esto permitiría certificar competencias y actualizar conocimientos en las decenas de categorías o actividades que dicen que existen dentro de la gestión cultural. De lo contrario, seguirá acumulando egresados, congresos, líneas de interés, objetos de estudio y simpatizantes sin tener debidamente delimitado su campo de estudio.  

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