Veo con agrado que en octubre de este año se llevará a cabo en
Tlaquepaque Jalisco, el segundo encuentro nacional de gestores culturales. Un
esfuerzo, hasta donde sé, realizado por
diversas universidades del país interesadas en la denominada gestión cultural. Esfuerzo
que debe ser apoyado en todo momento por representar un espacio de discusión y
reflexión para el adecuado desarrollo institucional de esta noble actividad.
Ahora bien, la convocatoria me invita a pensar en voz alta en
tres aspectos fundamentales que aquejan en la actualidad, bajo mi punto de
vista, a esta disciplina, así como a realizar dos propuestas para su discusión
y eventual consideración. La primera es que en la actualidad esta actividad es todo
menos una “práctica especializada” como señala la convocatoria, pero entiendo que
hacia allá apunta y eso es muy bueno. En lo personal veo una especie de Monsilogía,
parafraseando a la maestra Rossana Reguillo, quien en alusión a Monsiváis, dice
que esta es una rama del saber que estudia todo, y todo lo convierte en objeto
de saber. El segundo aspecto tiene que ver con los denominados gestores
culturales; existen demasiados aficionados a todo y pocos especialistas en
algo; lo cual es un área de oportunidad, como se dice hoy, si se sabe canalizar
el entusiasmo. El tercer aspecto es la inexistencia de un consenso en relación
a la parte central de esta disciplina. Hay gestores culturales que creen ciegamente
en los modelos y casos de éxito de otras latitudes y pasan por alto que toda
acción cultural es contextual; otros que consideran que lo que viene de fuera
es lo mejor, y otros más que sostienen que los públicos se pueden crear. Nada
que no se pueda discutir y armonizar en este tipo de espacios de discusión y
reflexión.
En relación a las propuestas me parece pertinente comenzar a
trabajar en el registro de esta actividad ante la Dirección de Profesiones. Existen
diplomaturas, cursos, licenciaturas y hasta maestrías que serían la base del
registro, así como diversas competencias definidas a considerar.
Posteriormente, y ya como profesión, se podría proceder a la colegiación. Esto
permitiría certificar competencias y actualizar conocimientos en las decenas de
categorías o actividades que dicen que existen dentro de la gestión cultural. De
lo contrario, seguirá acumulando egresados, congresos, líneas de interés, objetos
de estudio y simpatizantes sin tener debidamente delimitado su campo de
estudio.
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