
Bajo este planteamiento me parece atinado sugerir que las audiencias se encuentran, ni siquiera en otros medios, sino en otras plataformas, ni siquiera consumiendo, sino prosumiendo.
Y es que en la actualidad las audiencias son todo menos un conglomerado de receptores pasivos; son audiencias cada vez más participativas en y desde las redes sociales. Lo anterior, debido a que la explosión tecnológica de la comunicación que experimentamos, ha recolocado el orden del paradigma informacional Emisor-Mensaje-Receptor, un fenómeno que ha llevado a la mayoría de los medios de comunicación ha optar por el camino fácil del soft news, del infotainment y de las notas de agencia. Han desaparecido casi por completo el paradigma de Lasswell.
En la actualidad, quienes nos dedicamos al análisis de la comunicación y la cultura, vemos que la diferencia fundamental entre los discursos político, cultural, publicitario, etcétera, reside en la importancia que se le otorga al receptor en cada uno de estos ámbitos. En ese sentido, en la era de las comunicaciones que estamos viviendo cada vez de manera más intensa e interactiva, como bien apunta el semiólogo italiano, Umberto Eco, las batallas se ganan desde el receptor. Por ello es que vemos a todos los medios, tradicionales y emergentes, viviendo a diario por y para los followers en las redes sociales, el rating del siglo XXI. Lo lamentable es que al mismo tiempo van dejando de lado el esencial compromiso de explicar, de narrar, de describir, de contar historias... Por algo, el especialista camerunés Dominique Wolton, ha señalado el acto de comunicar como el gran reto del siglo XXI.
Lo decía Octavio Paz en su momento, a cada explosión de la comunicación, corresponde una implosión del pensamiento. Esto es precisamente lo que hacen especialistas como Guillermo Orozco, José Carlos Lozano, Germán Franco, Ignacio Ramonet, Wolton y Scolari en el citado libro, analizar la implosión del pensamiento que ha generado la era de las telecomunicaciones.
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