sábado, 7 de octubre de 2017

Aitana y Cataluña


Inspirado un poco por Régis Debray, quien explica la República a su hija, me doy tiempo para tratar de explicar a Aitana lo ocurrido en Cataluña. Tiene ocho años y siempre nos pregunta acerca de la función de los Reyes de España, en particular de la Reina Leticia, de sus hijas, que si van al colegio, que si España es una ciudad o un país; que si ella es española o mexicana, y que por qué su madre dice que es valenciana si nació en Barcelona. En efecto, Fidela nació en Mollet del Vallès, provincia de Barcelona, comunidad autónoma de Cataluña, pero se crio en la ciudad de su padre, La Pobla de Vallbona, municipio de la Comunidad Valenciana, algo que entiende cada vez mejor.

Los sábados y domingos del año pasado, Aitana tenía el detalle de recoger el periódico El País, de la puerta de casa y llevármelo al comedor para desayunar leyéndolo. (Este año suspendí la suscripción al periódico por su ineficiente entrega a domicilio). En el trayecto que va de la puerta principal a la mesa del comedor, Aitana veía detenidamente las portadas, tanto que se familiarizó con algunos personajes de la política española. Es más, sospecho que siente algo por Pedro Sánchez.

Hace dos años, en unas de nuestras estancias en Santa Cristina de la Polvorosa, pueblo de Manuela, la bisabuela, y de Fidela, la abuela materna, ubicado en la Provincia de Zamora, dibujó con especial dedicación el escudo de este pequeño pueblo, mismo que ilustra el texto y que seguramente colocó el abuelo Severino en la sala hace muchos años. Pude ver en mi mexiñola esa inocencia que permite amar de forma pura e incondicional a dos naciones como la española y la mexicana, sin los prejuicios y complejos que seguramente escuchará más tarde. 

Santa Cristina de la Polvorosa es parte de esa España agreste de El Quijote, Castilla y León, cuyo toro tanto repudia el catalanismo, tanto que los ha llevado a adoptar al tozudo burro de su región como símbolo de identidad y resistencia. Bueno pues, la provincia de Zamora y la comunidad autónoma de Castilla y León, donde se ubica este bello pueblo, son una región que durante años fue el granero de España, algo que ya olvidó el egoísmo económico catalán.

Cuando Aitana me pregunta por qué los catalanes no quieren ser españoles, me remito a su dibujo. Trato de explicarle que quieren tener sus propias reglas de convivencia, su propio escudo, su propia bandera, pero no es suficiente, brinca el tema de la lengua que, por cierto, para ella es lo mismo el valenciano que el catalán, le digo que sí pero que procure no decirlo en presencia de algún catalán o algún valenciano. Después, que si el tema de la moneda, el referéndum, el himno...La cosa queda clara cuando entramos a lo económico. Su conclusión es la misma que la mía, que son egoístas. Algo con lo que no todos podemos estar de acuerdo, lo sé. 

Me escucha discutir con amigos que hablan de esa expresión jurídica tan de moda del “derecho a decidir”, que denota una lógica aplastante además, y con otros que dan más peso a la historia que al derecho mismo. Trato de explicarle que es el derecho el que debe guiar este proceso, el estado de derecho y no el estado de ánimo de un grupo poblacional, teniendo la política por diálogo y el pacto federal como marco. Aquí, mucho ayudan las materias que lleva en el colegio, civismo, mi identidad donde vivo etc.

Estamos de acuerdo en que no era necesaria la forma tan violenta en que la guardia civil atacó a los ciudadanos que intentaban votar en el referéndum, puesto que elimina toda posibilidad de entendimiento. Pero tampoco (y esto ya en lo personal), el catalanismo irracional del movimiento independentista que promueven los integrantes de la CUP, cuyo argumento es: “España nos roba”. Me pregunta que por qué dicen eso. Le digo que no saben que el Estado español utiliza fondos públicos para dar apoyos a las regiones más pobres del país, como Extremadura, Andalucía o Soria y sus cinco habitantes por kilómetro cuadrado, de la misma manera que la Unión Europea ha ayudado a países pobres, como España, con ellos incluidos, algo que también han olvidado.

Finalmente le explico que si lo de Cataluña ocurriera en México, esto es, que los estados del norte quisieran independizarse para no seguir dando recursos al sureste, me opondría de igual manera. No hay que ser egoístas, dice.

Fernando Savater, que sabe explicar mejor estas cosas, señala que el nacionalismo es una exageración del egoísmo particular. Coincido y sostengo que el nacionalismo catalanista de agrupaciones como la CUP es inclasificable. Algo que Aitana comprenderá con el tiempo, cuando sepa que un escudo como el que dibujó, es solo la sinécdoque de un concepto unificador de nación, de Estado, de reglas, principios y garantías. Una parte medular de esa presencia constante de sabores infantiles de la que habla Cardoza y Aragón al definir la nación. Como ven, el dibujo de un escudo puede inspirar motivaciones cotidianas como esta de intentar explicar el problema Catalán a Aitana, viendo la nación como esa lluvia ajena de la que habla Juan Gelman, incluso desde la simple voluntad de poder vivir en casa. Ya se formará su propio criterio de las cosas. 

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