domingo, 2 de junio de 2013

El menosmalismo de nuestro cine de conciencia

¿Qué tiene en común Ángel Tavira (Don Plutarco en la película El Violín); Demián Bichir en Better Life; Greisy Mena, interpretando a Sabina Rivas; Heli, de Amat Escalante y La jaula de oro, de Diego Quemada-Díez? Que han sido películas premiadas por desarrollar un universo narrativo que ya resulta ramplón como parte del denominado séptimo arte. Al igual que muchos de ustedes, me agrada saber que un Demián Bichir es nominado al Oscar como mejor actor o que un guanajuatense ha obtenido el equivalente en Cannes. Sin embargo, creo que en parte por ello es que nuestro cine se ha estancado en la melancolía de nuestras desgracias; en ese vehículo narrativo de la Frontera Norte y de la violencia, sin intentar siquiera superar el discurso chillón del que habla Jorge Castañeda, al criticar la actitud del Gobierno mexicano, que de igual forma, no deja de culpar a Estados Unidos del avance del narcotráfico.
No sé cuántas películas existan en nuestro país sobre dramas migratorios y narcotráfico, pero seguramente hay más que directores de cine. Bajo mi punto de vista este tipo de reconocimientos, sin restar los méritos correspondientes a las cintas por lo que tienen de desarrollo artístico, lo son también a la terquedad cinematográfica de nuestra industria, empeñada en hacer de las desgracias de nuestros mojados, de nuestros desaparecidos, de nuestros asesinados y de nuestros humillados una especie de virtud homérica bajo el caparazón del “Cine de conciencia”. Ahí tienen a Luis Mandoki y su vida precoz y breve de Sabina Rivas; o De panzazo, de Carlos Loret de Mola, quien se estrenó como director de cine-conciencia y en su ópera prima nos mostró lo que todo México sabía: maestros que no enseñan, alumnos que abandonan la escuela, un sindicato ladrón; que tiene un partido político... El ya fallecido Ángel Tavira fue premiado en Cannes en 2006 por mostrar su capacidad de resistencia y encarnar a un mexicano pobre y despojado en medio de la guerrilla y la guerra sucia en México. Demián Bichir por hacer de jardinero en Estados Unidos; Heli, por una historia de violencia y narcotráfico en México; el elenco La jaula de oro, por desarrollar un drama migratorio más. Un año antes fue premiada Después de Lucía por mostrar los efectos del bullying. Al paso que vamos, no estamos lejos de ver un género denominado “Cine con Causa”.
El maestro John Carpenter definió el cine como la realidad editada. Ese podría ser el argumento de lo que estamos viendo, pero considero que tanto los cineastas como la cadena productiva del cine mexicano podría demostrar al mundo que eso que cada 10 años rebautizan como “El nuevo cine mexicano”, o eso que llaman ahora Mexican new wave, tiene mejores propuestas creativas. Es molesto ese menosmalismo mexicano que considera que el fin justifica los medios y que todo galardón es maravilloso, merecido, justo…pero qué le vamos a hacer, vivimos en el país de los premios, donde los directores de cine de conciencia avivan su discurso con comentarios como ese del Mejor Director de Cannes 2013 que dijo: “Es una esperanza para México. Espero que un día termine el sufrimiento”. En lo personal espero que esta Mexican new wave siga su exitoso camino por los innumerables universos creativos que ofrece el séptimo arte.

No hay comentarios: