lunes, 6 de mayo de 2013

El patrioterismo meloso de Cinco de Mayo

Hace cinco años tuve la oportunidad y el infortunio de ver una de las premieres de la película Cinco de Mayo. Digo infortunio porque este tipo de cintas me hacen voltear inevitablemente a nuestra tergiversada historia. Y es que siento que esta batalla con la que el ejército mexicano se cubrió de gloria en 1862 en los fuertes de Loreto y Guadalupe de la Ciudad de Puebla, es asumida por miles de ciudadanos como la guerra que nunca ganamos. Como el triunfo de la Selección Mexicana ante Brasil en los Juegos Olímpicos, que fue como nuestro quinto partido. Seamos honestos y aceptemos que las condiciones del famélico regimiento de soldados comandado por Ignacio Zaragoza, no eran las mejores; que peleaba sí, contra el prestigiado ejército francés de Napoleón que gozaba de fama internacional, pero sobre todo la mediocridad del ejército mexicano que a lo largo de nuestra historia no tuvo otra participación tan destacada.
Resaltaré el aspecto histórico más que de la melosa producción, de la que sólo diré que en las escenas bélicas la cámara parece estar, o en manos de Lars Von Trier, o atada a un caballo. El guion parece estar hecho por el Gobernador de Puebla. Está pablado de detonantes emocionales capaces de despertar el más recatado patrioterismo de closet. Algunos medios han reseñado la cinta con desmedidos encabezados como el de “Nuestra segunda independencia” o ese de “La batalla que marcó a México”. Lo que hizo Hernán Cortés sí que marcó a México; éramos la capital de un reino que se extendía de Honduras a lo que hoy es Canadá. Ya en tiempos del Benemérito de las Américas, a quien servía el ejército de Zaragoza, el territorio nacional daba pena en todos los sentidos. Por cierto, si el director de la cinta, Rafael Lara, quería en verdad reivindicar la figura de Porfirio Díaz, debía dejar bien claro que la batalla fue una de las paradojas más célebres de nuestra historia, en la que Don Porfirio (al salirse de las órdenes recibidas, que lo pudieron llevar a una corte marcial, terminó siendo el héroe). Lara asegura que la batalla cambió incluso la historia del mundo. Le daré ejemplos de batallas que sí tienen ese rango, porque debe saber además que México no tiene una sola victoria como la de Costa Rica contra el filibustero William Walker; la batalla de Santa Marta liberó a Centro América de los Estados Unidos (y no erigieron estatuas de generales, ni hubo generales presidentes ni películas financiadas por precandidatos presidenciales, como esta). Y qué decir de Buenos Aires contra los ingleses; el ejército argentino supo tomar prisioneros a siete mil ingleses sin fusilar a uno solo. Y el General Santander en Colombia, o el Teniente General Blas de Lezo contra el arrogante Sir Edward Vernon, quien salió humillado de Cartagena de Indias, lo que permitió a España mantener sus territorios y prolongar su supremacía militar en América. De las batallas libradas por San Marín y Bolívar ya no hablamos. Es esta falta de tradición heroica es lo que mantuvo a nuestro ejército mexicano en la mediocridad continental. La película es un masaje de próstata para sus integrantes y un levantón de ánimo para una gran mayoría de mexicanos, cortesía de un ex gobernador de Puebla, aspirante a la presidencia de México, entiendo que por eso debía ser melosa y patriotera.

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