La designación de
María Cristina García Cepeda como coordinadora de cultura del equipo de
transición gubernamental del presidente electo Enrique Peña Nieto, es un
mensaje claro de que el nuevo gobierno entiende que la cultura, en esta primera década del
presente siglo, está terminando de redefinir su papel frente a la economía y al
desarrollo social.
Su designación parece
ser definitiva, pues García Cepeda tiene algo con lo que no muchos de los
aspirantes cuentan, trayectoria, presencia y buenos resultados. Es además
reconocida en el ámbito cultural como una destacada promotora
que por más de dos décadas ha estado tanto en la administración como en la
promoción cultural, en cargos como la Secretaría Técnica del Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes; la Ejecutiva del Fondo Nacional para la Cultura y
las Artes; la Dirección General del Festival Internacional Cervantino; la de Fomento
Cultural y Relaciones Internacionales del extinto CREA, y de la extinta Unidad
de Divulgación de la Cultura de la Subsecretaría de Cultura de la SEP.
En lo personal
tengo cinco motivos para decir que ha llegado al equipo de transición para
quedarse al frente del CONACULTA: 1) La historia nos dice que la mayoría de los
titulares del Consejo han llegado de esta manera. Flores Olea con el Presidente
Salinas de Gortari; Tovar y de Teresa con Ernesto Zedillo; Sari Bermúdez con
Vicente Fox. Sergio Vela fue la excepción debido a que el contexto político postelectoral
de 2006 no era el más apropiado para la integración de un equipo de transición.
2) Porque no tendría ningún sentido haber dejado la dirección del Auditorio
Nacional para enrolarse en una aventura bimestral. 3) Porque entre la gran
mayoría de los creadores y promotores culturales del país, su nombre es
sinónimo de buena gestión; genera más simpatía que oposición. 4) Porque la
forma en la que habló con la periodista Susana Moscatel, del grupo Milenio, no
fue la de una encargada del área de cultura de un equipo de transición; sus
planteamientos prospectivos mostraron a una promotora institucional con el
conocimiento preciso de lo que “Vamos a hacer” (como dijo en momentos), en los
próximos años, y 5) Porque su perfil y trayectoria opaca cualquier otra aspiración.
La efectividad
financiera con la que operó el Auditorio Nacional y su visión sobre la cultura
como parte esencial del diálogo con el mundo y eje del desarrollo social del
país, muestra un perfil actualizado y pertinente, el de una administradora cultural
experimentada que puede implementar una política cultural
moderna.
Insisto, el nuevo
gobierno, en esta etapa de reflexión y análisis previa a la toma del poder, parece
entender el momento por el que pasa la cultura dentro y fuera del país. Sabe
que un perfil como el de Maraki, así conocida en el medio, puede llevarla a una
transición exitosa. Esa es bajo mi punto de vista una diferencia fundamental entre
alguien como ella y otros perfiles que son garantía de realternancia. Perfiles
que no terminan de entender que la política cultural, como lo ha señalado Néstor García Canclini, está
en otra parte, en las áreas de hacienda, de economía, de desarrollo social y
por supuesto de la promoción económica del país.
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