martes, 1 de noviembre de 2011

Un veterano de la resistencia


El motivo de la resistencia es la indignación. Éste es uno de los clangores del alegato que el pensador Stéphane Hessel hace en su “librito”, como él mismo lo llama, ¡Indígnate! (Editorial Destino, o bajo el título de Indignez Vous en editorial Planeta). Es un llamado a la generación de jóvenes del siglo XXI, un llamado contra la indiferencia, a favor de la insurrección pacífica. Y no podía ser de otra manera, Hessel, un alemán avecindado en Francia desde muy pequeño; sobreviviente de los campos de concentración nazi, es el único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Inspirador del movimiento de los indignados de Europa y Estados Unidos, va por el mundo como un diplomático defensor de la causa palestina, mostrando los cimientos de su compromiso político, un compromiso que ubica en los años de la resistencia y el programa elaborado hace 66 años por el Consejo Nacional de Resistencia, particularmente en ese plan completo de seguridad social que garantizara los medios de subsistencia a todos los ciudadanos; una jubilación que permitiera vivir los últimos años con dignidad, en general, un interés general por encima del interés particular y la organización racional de la economía. Lo hace porque ve con indignación la forma en que estas conquistas sociales de la Resistencia se están poniendo en tela de juicio, tanto en Europa como en el corazón de Wall Street.
Sartre fue uno de los consejeros de la generación de Hessel al decirles, como él mismo comenta, que ésta era responsable en tanto que individuos. Ese fue parte de su mensaje libertario, un mensaje entendido como la responsabilidad de un hombre que no podía encomendarse ni a un poder ni a un dios, sino comprometerse en nombre de su responsabilidad como persona humana.
En 2004 viví una temporada en la ciudad de Portland, en el noroeste de los Estados Unidos. Presencié una conferencia con Michael Moore; acudí a Seattle a una de las reuniones que años atrás habían dejado instaladas integrantes del movimiento antiglobalización. Estaba sumamente interesado en el trabajo de Naomi Klein, comencé leyendo No logo, una obra en la que explica la lógica del relanzamiento de las marcas y las atmósferas de compra generadas por el mercado. Posteriormente, Vallas y Ventanas, una especie de crónicas desde la trinchera de las protestas antiglobalización, y finalmente La doctrina del shock, en la que explica parte de lo que están evidenciando los indignados en Europa y Estados Unidos. Hoy veo con mucho agrado a la escritora y activista en medio de los jóvenes reunidos en el corazón de Wall Street, al lado de figuras como Michael Moore apoyando el movimiento y me vienen a la mente sus predicciones; mismas que se agudizan con la lectura de Hessel, que nos pide indignación ante el sometimiento del Estado por parte del Mercado. En lo personal, espero saber tomar la estafeta generacional de su legado, y al igual que Naomi, defender lo que la generación ese veterano de la resistencia logró para la nuestra el siglo pasado.



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