sábado, 8 de enero de 2011

La Encuesta Nacional de Cultura (Segunda de tres partes) Las preguntas al CONACULTA

La segunda Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales, señala que a los mexicanos no nos interesa la cultura. Eso es lo que dicen las 207 láminas de PowerPoint que la empresa encuestadora entregó al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), particularmente dos de ellas destinadas a explicitar la metodología. Como mencionaba en la entrega anterior, no explican el porqué dejaron fuera a las denominadas industrias culturales; tampoco por qué nos comparan con Francia, España y UK (United Kingdom, como dice la encuesta). O qué quisieron demostrar con preguntas como ¿Podría decirme, 2 palabras que asocie o relacione con la palabra cultura? Cuya gráfica tiene en las categorías “Otros” y “No contesta” los valores más altos (19% y 11%, respectivamente). Y qué decir de ésta ¿Qué tan interesado está por lo que pasa en la cultura o en las actividades culturales? ¿Qué esperan determinar con esas preguntas?

Lo que deben tener claro tanto el CONACULTA como los intérpretes de la encuesta es que en la modernidad el tiempo tenía historia, como señala el sociólogo Sygmunt Bauman, gracias a su capacidad de contención. Hoy, éste depende de la tecnología, de los medios de transporte artificial donde los límites heredados de la velocidad de movimiento pueden transgredirse. Una condición tecnológica que configura parte de las nuevas formas de consumo cultural, convendría que analizaran trabajos como el del especialista José Luís Brea (Cultura RAM) que describe las mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica. Existen otros que convendría revisar como la “Canasta básica de consumo cultural”. Una herramienta para garantizar el derecho a participar de la vida cultural y el acceso a los bienes y servicios culturales, desarrollada en Chile por un grupo de expertos y auspiciada por el extinto convenio Andrés Bello y la Universidad Alberto Hurtado. En ella se muestran una serie de indicadores novedosos tales como el Índice de Desarrollo Humano de Género, el Índice de Dinámica Cultural, el Índice de Potenciación al Género, el Índice de Recursos Culturales.
La cultura terminó de redefinir su papel frente a la economía y al desarrollo en la primera década del presente siglo. Quizá lo que haga falta ahora sea pasar del encargo de encuestas al desarrollo de indicadores de gestión, pues si consideramos las nuevas formas de consumo cultural, que brinda la condición tecnológica antes señalada, la segunda Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales es sólo una encuesta más grandota que la de 2003, para enmarcar en esa pretendida política cultural del siglo XXI que diseña CONACULTA, pero con una metodología del siglo XX.
Ahora bien, existen otras preguntas para la titular del CONACULTA, por ejemplo, por qué si se tiene ya un acercamiento estratégico con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), no se encargó la encuesta a esta institución, con la que, a decir de Consuelo Sáizar, se ha logrado establecer la tan esperada cuenta satélite de cultura: “Para tener datos más precisos y saber en dónde y en qué vamos a invertir y cómo está sirviendo la inversión” ¿Por qué no se consideró a la misma Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que fue además la institución que corrió la primera encuesta en 2003? ¿Por qué no al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)? ¿Por qué no a IBOPE. ¿Por qué se encargó a una empresa (Experts on Social Reporting, Dafoe) que nunca ha realizado estudios de esta naturaleza? Quizá porque el dueño de Defoe, Rafael Giménez Valdés, ex director general de Investigación y Análisis Estratégico en Los Pinos, es actualmente coordinador de Opinión Pública de la Presidencia de la República. Lo que debió de valorar en todo caso el CONACULTA es si el equipo de trabajo de dicha empresa es más calificado y experimentado que todas las instituciones antes mencionadas, no lo creo. Por el momento sólo sabemos que más caro sí es, pues comienzan a circular documentos que comprueban que los siete millones y medio que cobró rebasan los presupuestos presentados en su momento por instituciones calificadas.
Si esto es verdad, la tan proclamada austeridad en el CONACULTA pregonada por su titular, se va al caño una vez más. Digo una vez más, porque los pagos indebidos a ex funcionarios del Consejo, producto de un acuerdo entre el CONACULTA de Sergio Vela y el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje que en su momento ella misma denunció, pero no sin antes hacer uso de éste para configurar a su nuevo equipo, suman de 2006 a 2010, más de ocho millones de pesos.

No hay comentarios: