Leo en los
medios digitales de esta semana una nota en la que se afirma que la carrera espacial parece estar fuera ya de los intereses de los gobiernos, debido a que
ahora es parte de los intereses de los marcatenientes de la red. Y es que al
anuncio del CEO de Tesla. Elon Musk, de iniciar viajes turísticos a
la luna, se suma la
pretensión de Jeff Bezos, director y fundador de Amazon, quien ha manifestado, según el diario Washington Post, que el marcateniente, a través de su compañía de cohetes, Blue Origin quiere colonizar la luna, así consta en
un comunicado enviado a la NASA. En dicho comunicado, se señala
que una de las primeras etapas comenzaría a mediados de
2020 para
implementar el sistema Amazon de distribución en la luna, en entregas de carga necesarias para los astronautas que
necesiten permanecer asentados. Estamos ante la presencia de una suerte de convenio entre Amazon y
la NASA, guiado por la obsesión de Bezos de que Estados Unidos vuelva a la luna
de forma permanente, ya que, según Bezos, sería algo “muy
digno”. Por su parte,
el CEO de Tesla, Elon Musk, anunció el lanzamiento al espacio de dos turistas para finales de 2018 a bordo de cohetes que serán reutilizables, lo que
reduciría el costo del acceso al espacio.
En diciembre de 1998 la NASA reveló que pensaba vender espacios
publicitarios en sus estaciones orbitales. De hecho, Pepsi, en medio de aquella
guerra publicitaria con Coca Cola, solo comparable a la carrera espacial entre
Estados Unidos y la Unión Soviética, se lo pensó. Tanto, que no ha cumplido aún
su promesa de proyectar el logotipo de la compañía en la superficie lunar. Sin
embargo, hay que señalar que no son pocos los creativos que han hecho falsos making off en los que proyectan anuncios
publicitarios sobre la superficie lunar. Cada vez son más los interesados en
saber si la agencia espacial más grande del mundo tiene ya un protocolo para
hacer esto posible. Lo que han logrado saber por el
momento, es que esto podría interferir la visibilidad de alguna de las
estaciones espaciales. Este interés no es menor, la pretensión de utilizar la
luna como soporte publicitario, descansa en los millones de consumidores que
presenciarían este fenómeno.
En lo personal,
soy de los que consideran que la luna perdió su encanto poético en el momento
que fue pisada por el hombre. Desde entonces, he aceptado aquellos míticos dos
pasos que inmortalizó Neil Armstrong, no sin observar análisis como los de
Naomi Klein acerca del nuevo mundo de las marcas, quien desde hace dos décadas
advirtió las lamentables consecuencias de la vida patrocinada que comenzábamos
a experimentar. Hoy parece ya no haber límites. Sin embargo, trabajos más recientes como los de Douglas Rushkoff, en particular Life
incorpotaration, how the world bacame a corporation and how to take it
back, nos muestran
interesantes estrategias para salir de esta vida y de este mundo corporativo, a
los cuales la tierra parece haberles quedado pequeña. Ambos trabajos, tanto el de Naomi Klein como el de Douglas Rushkoff son recomendables para entender el origen y desarrollo de la publicidad y sus efectos en el entorno social que ha generado, entre otros padecimientos, el déficit de atención y una dispersión alarmante, así como una nueva economía, la economía de la atención. Sí, la atención, el valor más escaso en nuestro mundo contemporáneo.
Hace unos días el presidente Donald Trump presentó el presupuesto para 2018. Para nadie es un secreto que su prioridad está en el gasto militar y la seguridad nacional, y no propiamente los avances científicos, biológicos y ambientales. Respecto a la NASA, pretende que la agencia se enfoque más en la exploración espacial y no tanto en temas medioambientales o en la colaboración con instituciones privadas. En ese sentido acaba de firmar la Ley de autorización de transición de la NASA, que incrementa el presupuesto de la agencia y ordena estudiar la viabilidad de una misión tripulada para 2033.
Lo cuestionable de todo esto es que, dejar de hacer simbiosis con la naturaleza para hacer simbiosis solo con la tecnología, hasta el momento no ha sido del todo bueno para el desarrollo humano. Entre otras cosas porque el avance desmedido de la mercadotecnia y el desarrollo de ambientes publicitarios, nos están haciendo más consumidores que ciudadanos, y todo parece indicar que en el espacio las cosas no serían diferente.
Hace unos días el presidente Donald Trump presentó el presupuesto para 2018. Para nadie es un secreto que su prioridad está en el gasto militar y la seguridad nacional, y no propiamente los avances científicos, biológicos y ambientales. Respecto a la NASA, pretende que la agencia se enfoque más en la exploración espacial y no tanto en temas medioambientales o en la colaboración con instituciones privadas. En ese sentido acaba de firmar la Ley de autorización de transición de la NASA, que incrementa el presupuesto de la agencia y ordena estudiar la viabilidad de una misión tripulada para 2033.
Lo cuestionable de todo esto es que, dejar de hacer simbiosis con la naturaleza para hacer simbiosis solo con la tecnología, hasta el momento no ha sido del todo bueno para el desarrollo humano. Entre otras cosas porque el avance desmedido de la mercadotecnia y el desarrollo de ambientes publicitarios, nos están haciendo más consumidores que ciudadanos, y todo parece indicar que en el espacio las cosas no serían diferente.
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