miércoles, 6 de abril de 2011

Un artista que no tiene madre (Colaboración para la revista radiofónica Señales de Humo, de Radio Universidad de Guadalajara)

El día de hoy el artista italiano Max Papeschi subasta a su madre en la galería Renacimiento Contemporáneo de Génova, en medio del morbo mediático y la especulación. Una provocación que bien puede ser considerada como carente de sentido, o bien, retar nuestra capacidad de asombro. Lo mismo que la ocurrencia de su coterráneo, Piero Manzoni, quien en los años sesenta enlató su excremento en noventa latas de atún y las tasó al precio del oro. Ocurrencia que lo metió a la historia del arte contemporáneo. Lo mismo que “La caja de zapatos vacía” de Gabriel Orozco presentada también en Italia, en la Bienal de Venecia de 1993. Lo mismo que la “Paramnesia reduplicativa” de Simon Pope; aquella a la que convocó al público londinense a apreciar un espacio totalmente vacío, que llevó por título “Galería-Espacio-Recuerdo”, una invitación a recordar otras exposiciones a las que habían acudido los convocados. Lo mismo que los cuadros del artista australiano Tim Patch, pintados con el pene y firmados bajo el seudónimo de Pricasso.
Todas estas ocurrencias podrían palidecer ante la osadía de Max Papeschi de subastar a su madre. Porque además hay que decir que lo hace como una provocación más (véanse sus anteriores trabajos), animado por la idea de ingresar a la historia del arte, como Manzoni. Seguramente más de algún lector se estarán preguntando cómo está organizada esta polémica subasta. No lo sé, quien esto escribe imagina a la madre de Papeschi en plan “La Madre del Artista” (el óleo de James Whistler de 1871), con ese rostro triste y la mirada perdida en espera de la mejor puja.
Lo único que sabemos es que estará sentada en una silla sobre un pedestal con un cartel, cual obra de arte, con la descripción de sus dimensiones y de los materiales de los que está hecha. Será una negociación reservada, han dicho los organizadores; se firmará un contrato de compra con la única condición de que la traten bien y permitan al artista verla cada dos semanas.
Lo más osado que recuerdo del mundillo del arte, que utiliza a una madre como vehículo narrativo, es la obra de la fotógrafa norteamericana Aline Smithson, quien retrató a su madre de 85 años posando con salvavidas, con peluca afro, con chaleco de fuerza, y en plan Elvis Presley, haciendo en cada fotografía una parodia de la madre de Whistler. Un trabajo sumamente divertido y provocador, pero la verdad sea dicha, no más que la venta de una madre. Ahora bien, aunque Papeschi ha dicho que busca llamar la atención sobre las nuevas generaciones de artistas sedientas de éxito, considero que estamos ante una clara muestra de cómo un guionista teatral venido a menos, luego de probar suerte en lo que él creía su vocación, ingresa al mundillo de la feliz ocurrencia, a partir de provocaciones. Y esto se debe a que las condiciones están dadas para ello en el universo del arte contemporáneo.

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