Páginas

jueves, 14 de febrero de 2013

La tribu del pulgar

Hace un año leí con gran interés uno de los más recientes trabajos de la investigadora uruguaya-mexicana, Rosalía Winocur, titulado Robinson Crusoe ya tiene celular. Una aguda tesis que muestra cómo han cambiado los códigos de conducta en los jóvenes, por esa funcionalización simbólica del uso de las nuevas tecnologías, en particular del teléfono celular. A partir de entonces he constatado a través de numerosas observaciones que éste representa lo que los juguetes a los niños en el kínder, un elemento de seguridad, sólo que en el caso de los jóvenes, posibilita la adquisición de poder al ayudarles a controlar la incertidumbre, como advierte Winocur. Algunas de esas observaciones que he hecho, han sido sobre la base teórica de ensayistas como Howard Rheingold, catedrático estadounidense dedicado al estudio de las implicaciones culturales, sociales y políticas de las nuevas tecnologías de la información, en particular de la internet y de la telefonía móvil, e introductor, en el mundo de los seminautas, de términos como “Comunidad virtual” y “multitudes inteligentes”. Recientemente introdujo a este tipo de estudios el término “Tribus del pulgar”, para describir a los jóvenes usuarios de smartphones que se comunican con los pulgares a velocidades vertiginosas. Se refiere a esos jóvenes que gastan hasta dos mil pesos mensuales en tiempo aire; que tuvieron su primer teléfono celular a los 13 años y desde entonces hacen zapping con los diferentes modelos que van apareciendo en el mercado, porque otro de los problemas que padecen es la neomanía (manía por lo nuevo). Se trata de una tribu que tuvo su campo de entrenamiento en los videojuegos que solía y suele pedir prestados a los miembros de la Generación Consola, esa generación mayor que, como ellos, también piensa con los dedos y que fue adiestrada por Mario Bros.
Por sus características, la denominada Tribu del Pulgar padece, además de neomanía e insomnio digital, o juvenil, nomofobia (del inglés, no-mobile), miedo a separarse de su celular. Esto se debe en gran parte a que los smartphones se han convertido en una especie de moneda social, de elemento decorativo, de herramienta de trabajo, en fin, en aparatos que sirven, entre otras tantas cosas, para hacer llamadas telefónicas. Aunque para esta tribu no pasa de ser un distractor lúdico. No lo recuerdan, pero sus padres solían contestar el teléfono (cuando éste era alámbrico) preguntando ¿Sí, quién es? En cambio ellos preguntan ¿Dónde estás? Porque tanto la Generación Consola como La Tribu del Pulgar puede estar en cualquier parte.
Conozco a muchos de ellos, incluso los he tenido de alumnos y puedo decir que, sin percatarse siquiera, son fieles seguidores de una tecnología que ya no los quiere juntos, sino conectados. Conectados a los no lugares de las autopistas de las telecomunicaciones; dispuestos a pensar con los dedos, en la soledad y el aislamiento de Robinson Crusoe, sólo que con un smartphone en sus manos. Para esta tribu no importa el destino de sus vidas, sino el trayecto, y por supuesto, su venerable e intocable vecindario virtual que construyen a diario.
Está claro que pese al transcurso de los siglos el deseo de pertenencia no desaparece, sólo  cambia el sentido y su forma, que es en efecto distinto. Pasamos del homo-sapiens al homo-telecom.

No hay comentarios:

Publicar un comentario