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martes, 26 de enero de 2021

El pensamiento a granel en la promoción del arte y la cultura. Carlos Lara G.

El pensamiento a granel suele producir demasiados entes diletantes en la promoción del arte y la cultura. Es incluso hasta perjudicial, en particular en este momento en el que estamos por entrar a una siguiente etapa de la pandemia, la de la vacuna. Los promotores, gestores, trabajadores, agentes, o como quieran llamarles, del arte y la cultura deben saberlo y entenderlo. Es verdad que fue uno de los sectores más golpeados, que la cultura fue fundamental en el confinamiento, que el comportamiento gubernamental ha sido ingrato y que juntos, el arte y la cultura, son algo más que la sustancia activa de cualquier vacuna contra el Covid… La pregunta es ¿Qué hacemos con todo esto? 

Organismos internacionales como la Unesco, parecen haberse quedado en la primera etapa de la pandemia, no paran de documentar la deplorable situación del sector durante el confinamiento, pero se quedan cortos al momento de plantear posibles soluciones. Promueven y publican documentos con señalamientos como: el arte y la cultura han sido las actividades humanas más golpeadas por la pandemia, el Coronavirus ha obligado a los gobiernos a tomar medidas drásticas de aislamiento social; durante esta época el mundo se ha volcado hacia el arte y la cultura... Es ahora que se hace notorio el valor de la música, el arte, el cine, la literatura, el baile y todas las disciplinas de contenido cultural a las que la población mundial recurre buscando calmar la ansiedad, liberar el estrés provocado por el confinamiento, por lo que han lanzado diversas campañas de promoción y acceso virtual a bienes y servicios artísticos y culturales.

En lo personal, considero que todo esto ha estado muy bien, pero como parte de una primera etapa pandémica. Ahora es necesario comenzar a pensar en las siguientes etapas. Pasar del recuento de daños y el autoelogio al arte, a la cultura y a sus promotores, a la necesidad de que los planes, estrategias y programas de recuperación económica de cada gobierno incluyan a la cultura como sector estratégico. Por ejemplo, materializar el llamado que hace la Organización Mundial de la Salud a los gobiernos del mundo para aprovechar la conexión de estos ámbitos en la mejoría y beneficio adicional de la salud física y mental de los pacientes. Aquí hay una vertiente prometedora para emplear al sector en el desarrollo integral de los tratamientos médicos.

La reunión de Ministros del G20 del 4 de noviembre pasado fue histórica por haber reconocido la creciente contribución de la cultura a la economía mundial; en particular “su potencial en el espectro de las políticas públicas para forjar sociedades y economías más sostenibles”. Más específicamente, este grupo geopolítico llamó a la cultura, por primera vez en su historia, al centro de sus debates por ver en ella un componente clave para la recuperación económica y social. Muy bien, pero ¿Qué hacemos con esto? ¿Seguir regando este discurso para alimentar el pensamiento a granel? ¿O exigir y acompañar el desarrollo de estas inclusiones estratégicas desde la sociedad civil organizada? El gobierno mexicano ha sido incapaz de ver y entender esto. A mediados de la pandemia, el sector empresarial del país presentó 68 ideas para la recuperación económica. El documento no solo no contenía una sola idea en materia de cultura, sino que el presidente no lo entendió, mucho menos lo acepto. Recientemente, su cuestionada Secretaria de Economía, publicó un plan de recuperación económica verdaderamente pobre, el cual tampoco contiene en ninguno de sus cuatro ejes, una sola idea en materia de arte y cultura. Así las cosas, solo quedaría insuflar el aislado, separado, solitario y nada transversal ñoñismo verbal de una secretaría que no para de repetir “La cultura es la herramienta más poderosa de la transformación social”, “Que nadie se quede atrás”, “La cultura no ha parado” “La cultura comunitaria…”.- Este ñoñismo verbal es fuente inagotable del pensamiento a granel. 

Solo espero que el sector cultural no sea ingenuo, cretino ni pretencioso que siga creyendo que la cultura será esa arma poderosa de transformación social, ahora en su versión de antibiótico post pandémico. No lo es porque la sustancia activa de esa poderosa herramienta es el ñoñismo verbal de siempre en otra presentación. Es decir, un intento por promover el arte y la cultura como placebo para seguir dando de comer a la diletancia. 

Creo que la cultura, vista desde un punto de vista menos pretencioso, será algo más parecido al suero en la etapa postpandémica, que no es cosa menor. El suero permite inyectar sustancias al organismo que aportan elementos imprescindibles. Tiene la capacidad de irrigar cavidades y tejidos, así como entrar a las venas cuando hay disminución de líquidos o volumen de sangre. Una perfusión intravenosa en la sociedad, haría llegar de mejor forma los beneficios de un programa de recuperación económica publico-privado de mejor manera, si se hiciera a través del suero de la cultura. Se trata de que la sangre salga del corazón y llegue al cerebro de las personas y comunidades de otra manera. Ahora, esto no va a ocurrir por obra y gracia de la taumaturgia. O exigimos, acompañamos y persuadimos a golpe de señalamientos y denuncias al Estado y a la iniciativa privada la inclusión del arte y la cultura en la recuperación económica del país; o hacemos de coro de acompañamiento al ñoñismo verbal, que este 2021 viene con el discurso del “Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sustentable” y anda en busca de gestores dispuestos a alimentar el pensamiento a granel.  

Menos mártires y más apóstoles en este proceso es lo que necesita la promoción del arte y la cultura en esta etapa de la vacuna. Aquí, el primer paso es dejar de ser diletantes repetidores del ñoñismo verbal que parece no haber pasado por la pandemia. 



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