1.- El diario Milenio narra el anuncio
(publicitario) de BBVA Bancomer en el que una persona está interesado en un
cuadro, y una especie de amigo lo juzga de ignorante (dice Milenio) y se dirige
al espectador diciendo: “No sé ustedes, pero si voy a invertir me gusta hacerlo
donde tengo ganancias seguras”. Tanto la
crítica y curadora, como muchos otros colegas, quieren ver en esto un daño
moral, algo que me parece desproporcionado, si consideramos que estamos ante un
simple anuncio comercial. Al menos que den por hecho que podemos responder de
manera pavloviana a este tipo de
estímulos. Milenio sostiene que el ignorante es quien aconseja invertir en algo
seguro, mientras que el otro, una persona en camino de convertirse en rico,
creo que esto es pasar al otro extremo.
2.- Lésper señala que el valor del arte en el
mercado tiene un precio que no puede tasar un banco ni institución monetaria
alguna. Tengo mis dudas. Quizá no propiamente los bancos pero si instituciones
crediticias y financieras, a través de fondos de inversión, son quienes dan proyecciones
económicas basadas en el mercado y en la bolsa; las que especulan y sostienen que
el arte está de moda, que hay que invertir en el arte. Es verdad que el arte,
así lo vienen demostrando estudios como el elaborado hace años por Michael
Moses y Jianping Mei de la Universidad de Nueva York, es más rentable que la
Bolsa, pero sólo a condición de aceptar que estamos ante un mercado supeditado
a modas y tendencias, y eso genera incertidumbre, es más, promueve talento
artístico donde no lo hay.
3.- Sí, hay que prestar atención a reportes como
los de ArtNews, pero también a los de
AtrReport sobre las personalidades más influyentes en el mundo del arte, para
darse cuenta que los adinerados inversores que ven en el arte una estrategia
financiera, van desplazando a los artistas, curadores, críticos y especialistas.
No es gratuito ver que los museos comienzan ya a ser dirigidos por economistas.
4.- Lésper señala “No solamente es negocio, comprar
arte te reditúa económica y socialmente. No hay pérdida cuando compras obra
porque su precio aumenta o se mantiene; además, si compras un terreno,
socialmente no eres nadie; en cambio, compras arte y socialmente te posicionas”.
Estoy de acuerdo con lo primero, lo peor que le puede pasar a una obra de arte,
es que suba de precio. Pero cuestionaría lo segundo. Invitar a comprar arte
porque te coloca en un escenario social plausible; porque te confiere un
estatus y un referente social, es ir al otro extremo del anuncio comercial. Además,
conozco demasiados artistas que ante la incapacidad técnica de poder dibujar, ya
no digo unas manos o un dorso, sino algo figurativo, se dedican a hacerse
famosos. Aprovechan esa alianza perversa que hay entre algunos creadores,
críticos, coleccionistas, así como la supremacía del adinerado (que es hoy en
día quien pone valor a las obras) y el museo que las exhibe.
5.- Lo anterior ha alimentado un aligeramiento
efectista que tiene al arte en el peor de sus etapas creativas, pero en el
mejor de sus momentos económicos. Hay que ver cómo se las ingenian las galerías
y casas de subastas para invitar a roles de influencia a sus eventos, roles
como la presentadora Opra Windfrey, cantantes como Bono, quien además dice que
pinta y amenaza con publicar sus pinturas, lo mismo que Joaquín Sabina… Todo
esto es lo que mantiene inflado al niño mimado de Londres que gusta jugar con
el formol. Al paso que vamos los museos acabarán siendo galerías.
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