En
el más reciente número de la revista Letras Libres Enrique Serna publica una
entrega titulada “La devaluación de la palabra” en la que da cuenta de ese —él
lo llama trueque de papeles— yo diría trasvase de calidad y contenidos entre la
literatura barata y las series de televisión. Cita ''Los Soprano'', ''Mad
Men'', ''Roma'', ''Boardwalk Empire'' como ejemplos de recreación de la
complejidad de la existencia mediante técnicas narrativas audaces y sin
concesiones a la audiencia. Entiendo que por el otro lado, escritores marca
tipo Dan Brown, Idelfonso Falcones… se dedican a desarrollar un abanico de
contenidos un tanto ramplón.
Señala
que Ruiz Zafón decía en 2008 que la mayor parte de la mejor narrativa de hoy,
estaba en la televisión y el cine; que la gente con ambición, oficio y talento,
ya no estaba en la literatura, un terreno en el que se instaló la mediocridad,
el aburrimiento, la pretensión y la pose. En efecto, es muy evidente la forma
en que desarrollan un juego del que se conocen bien las reglas. Se dedican a
investigar y planificar cuidadosamente tramas de interés popular utilizando la
mixtura de realidad histórica y ficción.
Serna
asesta una elegante crítica a la más reciente obra de Laura Restrepo ''Hot
sur'' (Planeta 2013), no sin reconocerle un poderío verbal admirable, pero a
condición de aceptar que esta obra es producto de una claudicación pasajera que
la llevó a imitar atmósferas de misterio, tramas forzadas y torpes, así como
las truculencias de las peores series televisivas.
Al
hablar del fundamento de la actividad cultural del Estado, autores como Antonio
Pau y María J. Roca, en ''Estado y cultura'' (2009) Fundación Coloquio Jurídico
Europeo, plantean un fundamento que consiste en la corrección del mercado
directamente relacionado a la reacción de los poderes públicos frente al
fracaso estético de éste. Y es que expresiones como la literatura se rigen cada
vez menos por criterios de calidad expresiva y riqueza narrativa. En España se
han ventilado un par de casos que ilustran muy bien lo anterior. El lanzamiento
de una obra que desde el inicio fue promovida como ''best seller'', sin que un
solo lector imparcial la haya leído ni juzgado. Son obras que suelen ser recomendadas
a los interesados con la insistente recomendación de reservar un ejemplar en
las librerías; el argumento comercial que ofrecen es que a pesar de que la
primera edición es de un millón de ejemplares, se agotará el primer día y no
podrán obtenerla.
El
otro caso tiene que ver con el falseamiento del mercado, en el que un conocido
premio literario, cuya dotación es de las más altas (130 mil euros) fue
entregado no al autor de la obra, sino al editor. Esto es, como el destino es
la promoción de la obra de lo que en ese momento comienza a ser impulsado como
un “autor marca”, inyectan en el mercado todo el dinero con una estrategia
publicitaria que ensalza artificialmente una obra en perjuicio de otras que
pueden tener igual o mayor mérito y valor.
Es
aquí donde se echa de menos el oficio del relegado crítico literario que la lógica
editorial de los autores marca ha ido desplazando. Esta lógica da sentido a lo
expresado por uno de ellos, el maestro Emmanuel Carballo, quien señala que en
la actualidad existen más escritores que lectores. Y cómo no, si los “lectores”
están siendo formados por el ''softnews'' y el ''infotainment'' que impulsan y
aprovechan los autores marca y la literatura de autoengaño.
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