Hace cinco años tuve la oportunidad y el infortunio de ver una de las premieres de la película Cinco
de Mayo. Digo infortunio porque este tipo de cintas me hacen voltear
inevitablemente a nuestra tergiversada historia. Y es que siento que esta batalla
con la que el ejército mexicano se cubrió de gloria en 1862 en los fuertes de
Loreto y Guadalupe de la Ciudad de Puebla, es asumida por miles de ciudadanos como
la guerra que nunca ganamos. Como el triunfo de la Selección Mexicana ante
Brasil en los Juegos Olímpicos, que fue como nuestro quinto partido. Seamos honestos y aceptemos que las condiciones del famélico
regimiento de soldados comandado por Ignacio Zaragoza, no eran las mejores; que
peleaba sí, contra el prestigiado ejército francés de Napoleón que gozaba de fama
internacional, pero sobre todo la mediocridad del ejército mexicano que a lo
largo de nuestra historia no tuvo otra participación tan destacada.
Resaltaré el aspecto histórico más que de la melosa producción, de la que sólo diré que
en las escenas bélicas la cámara parece estar, o en manos de Lars Von Trier, o
atada a un caballo. El guion parece estar hecho
por el Gobernador de Puebla. Está pablado de detonantes emocionales capaces de
despertar el más recatado patrioterismo de closet. Algunos medios han reseñado
la cinta con desmedidos encabezados como el de “Nuestra segunda independencia”
o ese de “La batalla que marcó a México”. Lo que hizo Hernán Cortés sí que
marcó a México; éramos la capital de un reino que se extendía de Honduras a lo
que hoy es Canadá. Ya en tiempos del Benemérito de las Américas, a quien servía
el ejército de Zaragoza, el territorio nacional daba pena en todos los sentidos.
Por cierto, si el director de la cinta, Rafael Lara, quería en verdad
reivindicar la figura de Porfirio Díaz, debía dejar bien claro que la batalla fue
una de las paradojas más célebres de nuestra historia, en la que Don Porfirio (al
salirse de las órdenes recibidas, que lo pudieron llevar a una corte marcial, terminó
siendo el héroe). Lara asegura que la batalla cambió incluso la historia del
mundo. Le daré ejemplos de batallas que sí tienen ese rango, porque debe saber
además que México no tiene una sola victoria como la de Costa Rica contra el
filibustero William Walker; la batalla de Santa Marta liberó a Centro América
de los Estados Unidos (y no erigieron estatuas de generales, ni hubo generales
presidentes ni películas financiadas por precandidatos presidenciales, como
esta). Y qué decir de Buenos Aires contra los ingleses; el ejército argentino
supo tomar prisioneros a siete mil ingleses sin fusilar a uno solo. Y el
General Santander en Colombia, o el Teniente General Blas de Lezo contra el
arrogante Sir Edward Vernon, quien salió humillado de Cartagena de Indias, lo
que permitió a España mantener sus territorios y prolongar su supremacía
militar en América. De las batallas libradas por San Marín y Bolívar ya no
hablamos. Es esta falta de tradición heroica es lo que mantuvo a nuestro ejército mexicano
en la mediocridad continental. La película es un masaje de próstata para sus integrantes
y un levantón de ánimo para una gran mayoría de mexicanos, cortesía de un ex gobernador de Puebla, aspirante a la presidencia de México, entiendo
que por eso debía ser melosa y patriotera.
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