Algo
debió pasar en la estructura económica mundial para que la revista Forbes coloque
a Guetta en los primeros lugares de su ranking a los 44 años de edad por
facturar más de 11 millones de euros en un año de sesiones. El colectivo
Swedish House Mafia y el californiano Steve Aoki y todos, a excepción del
número uno, el holandés Tiësto, generan más de 17 millones. Según el diario El
País, los 10 DJ´S mejor pagados del mundo superaron el año pasado los 100
millones de euros. Más de lo que facturó el equipo completo de Los Lakers.
Perdón, pero con todo y esto, sigo sin ver en esta actividad algo de talento o
virtud. Quizá haya más de fondo, no lo sé.
Lo
que veo es un negocio rentable que vino a revivir las fiestas raves y los
discjockeys de la década de los noventa. En Estados Unidos este fenómeno ha
sido guiado por un modelo de negocios distinto; comandado por promotores
musicales que han logrado enterrar el estigma del pasado hasta logar tener a un
Skrillex en el número dos de la lista Forbes a sus 24 años de edad, y el
acontecimiento más importante de éste género (El Electronic Daisy Carnival) de
Las Vegas, con una asistencia que ronda los 320 mil aficionados y una derrama
de 40 millones de dólares.
Está
visto que en la actualidad la apropiación de los movimientos musicales se
genera de arriba abajo; y a partir de los criterios de los coolhunters que saben sacar partido a quienes van aceptado la idea
de hacer de la juventud una profesión.
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