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miércoles, 2 de septiembre de 2020

Populismo punitivo


Populismo punitivo

Carlos Lara G.


Tres cosas impiden al presidente de la república dar resultados. La primera de ellas es su formación, no hablo de la académica, sino de la que realmente lo formó en la política como especialista en campañas electorales. Los hechos nos demuestran que no se preparó para gobernar. Por si fuera poco, en este proceso acumuló demasiados rencores y complejos. Hay una gran diferencia entre administrar y gobernar. Se administran bienes y servicios; se gobiernan personas. El problema es que el presidente ha decidido administrar, entre otras cosas, el delito, en lugar de gobernar aplicando la ley. Dos grandes banderas tenía con las que todos estábamos de acuerdo: La austeridad y el combate a la corrupción. La primera trajo la más grande ineficiencia en la administración pública que hayamos conocido en los últimos años; por limitarse a administrar. La segunda, el combate a la corrupción, no solo cuestionó a su gabinete, sino que exhibió a su hermano recibiendo dinero, y en lugar de actuar con congruencia, implementó el peor de los populismos: El populismo punitivo.

La segunda es creer que sigue siendo el encargado de retirar la pátina y aplicar su barniz moral en el pensamiento de la sociedad. Es desde ahí, desde esa suerte de restaurador moral, que descalifica a los empresarios que quiere, a los políticos que le conviene y a las asociaciones civiles que le incomodan. Comenzó su gobierno desdeñando a la sociedad civil organizada con su pensamiento a granel, a todas en general. Van casi 20 ambientalistas muertos en su gobierno y sigue acusándolos de corruptos y vendidos. Desconoce qué es una asociación donataria autorizada y para qué sirve.

La tercera es su Presidencialismo mágico, como lo ha definido la escritora Alma Delia Murillo. Sí, en él escuchamos sus propios datos, vemos sus propias estadísticas, a través de sus propios medios, sus propios reporteros (con sus propios doctorados), sus propios caricaturistas, así como a sus porpios empresarios, sus propios políticos y sus propias revistas, calificadas ahora desde la Secretaría de la Función Pública.

El presidente sigue creyendo que puede hablar de honestidad, pero llega a su segundo informe tiznado de corrupción, nepotismo, tráfico de influencias, compra y venta de plazas, lavado de dinero y peculado. Todo eso cabe en las bolsas de papel con dinero que recibió su hermano Pío. El carbón, cuando no mancha tizna. El problema, otra vez, es que en lugar de limpiar su plumaje, exige voltear hacia donde apunta su dedito, hacia el populismo punitivo.

Así llegó a su segundo informe de gobierno, haciendo lo único que aprendió a hacer en toda su vida: campaña electoral.

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