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domingo, 13 de septiembre de 2020

Cobra Kai. Un auténtico masaje de próstata. Carlos Lara G.



Un auténtico masaje de próstata

Carlos Lara G.

 

Cobra Kai es la historia de una rivalidad mítica. De esas que marcan en la vida y que algunos creen eternas. Realizada en un contexto en que la producción audiovisual ha probado con éxito desde hace algunas décadas la modificación de los arcos narrativos, pasa de ser la gastada historia de narración lineal con triángulo amoroso de por medio, a una gran secuela que sabe jugar bien, no solo los flas black, sino también con los detonantes emocionales de una historia legendaria ocurrida en un suburbio de Los Ángeles. Historia que iniciara con un protagonista disputando el amor de una chica y el aprendiendo las cualidades morales de una disciplina marcial. El antagonista, por su parte, disputaba un trofeo, el honor de otra disciplina y el amor de una chica. En ese orden.

En esta secuela seguimos viendo la enseñanza de las artes marciales como una filosofía de vida y como la combustión primaria del carácter, con pequeños grandes matices. La producción ha echado mano del retromárketing audiovisual, cuya onda expansiva llegó directo al olfato del vasto sector de la nostalgia; ese que hace más de treinta años hacía de la casa un dojo y disfrutaba viendo cómo la sabiduría y la templanza de un alumno y un maestro, se sobreponían a la rudeza y al ímpetu juvenil de los populares de la escuela. Hoy, quienes integramos ese nicho de mercado, nos relajamos en la comodidad de un sofá, dispuestos a recibir un auténtico masaje de próstata.

En esta secuela, el malentendido con una clienta es el  plot point que hace que Johnny Lawrence (William Zabka), abandonar su trabajo en una empresa de mantenimiento de casas. Este hecho lo lleva al encuentro con su vecino, y al mismo tiempo a considerar la reapertura del dojo Cobra Kai. La primera temporada está centrada en los traumas y la recapacitación de Johnny. La aparición de su personaje, un adultoscente emparedado entre la cerveza, el whisky y ese devaneo de padre intermitente con destellos de adultez, nos permite ver cómo se va desprendiendo de todo eso, en especial de su carácter rudo, como una serpiente en proceso de ecdisis, que va mudando de piel hasta adquirir la queratina necesaria, en este caso, hasta adquirir cierta nobleza; en oposición al estable pero malhumorado Daniel LaRusso (Ralp Macchio), quien es ya un próspero vendedor de autos del valle de Los Ángeles. En la segunda temporada aparecen las improntas de juventud, de la mano del desarrollo de sus respectivos hijos. Es aquí que vemos aparecer el paralelismo con Karate Kid (John G. Avildsen 1984). 

La humanización del personaje de Johnny, es quizá el detonante emocional más característico de la serie. En particular esa forma de querer hacer las cosas bien y cambiar las reglas del Cobra Kai, para unos algo decepcionante, en tanto que para otros resulta reconfortante, pero no pasa desapercibido en el diámetro de las emociones. Al final todos tendemos a la reconciliación después de una pelea. Aquí lo interesante es ver cómo la reencarnación de Mr Miyagi se da más en Johnny, casi proporcionalmente en la forma en que se aleja del propio LaRusso, a quien cuesta mantener el equilibrio. 

El triunfo de Miguel, alumno de John en el primer torneo de la serie es en realidad la derrota del propio John. El hecho es un acicate doloroso en su memoria muscular; otro gran detonante emocional. Renace entonces la rivalidad entre John y LaRusso, pero no sin regalarnos momentos entrañables que llegan a mostrarnos incluso su lado más humano. Nada como verles cantar en el interior de un auto deportivo a Reo Speedwagon, o sentados en un bar bebiendo un Martini con mucho hielo y una Coors. La tensión aumenta de nuevo con la aparición de John Kreese (Martin Kove), el ex sensei de Johnny, la pesadilla de la historia. Las cobras tienen muchas cualidades, una de ellas es su excelente visión nocturna y sentido del olfato, fundamental para la detección de sus presas. Su sentido del olfato se encuentra justo en la lengua. Así es como reaparece Kreese ante John en la historia.

La inclusión de chicas es otro de los aciertos, Mary Mouser y Payton List, quienes personifican a Samanta y Tory, respectivamente, no están ahí solo para recrear un triángulo amoroso, ni como apéndice de los protagonistas, sino en un papel más activos; como aprendices y combatientes. No tardan en impregnarse de la rivalidad que es el vehículo narrativo de la historia, potenciada exponencialmente por el sentido de pertenencia a un dojo.

En 1984 Karate Kid era una cinta novedosa en el universo de historias adolescentes en Estados Unidos. Comenzó siendo un drama juvenil más que una cinta de artes marciales, después fue mutando y teniendo más éxito por la combinación. Era una época en que varios directores trataban de dignificar la vida de los adolescente. Es el caso de John Hughes, quien sentó las bases del denominado teen comedy con su trilogía Dieciséis velas, El club de los cinco (que muchos recordarán como El club del desayuno) y Todo en un día, (traducida al español como Un experto en diversiones). Historias que no desembocaban en el sexo, donde la preocupación principal de los jóvenes no era esa, porque Hughes los presentaba, quizá por primera vez, como seres humanos, sensibles y con un pensamiento propio. Además, no centraba su mirada en los personajes populares de los ambientes estudiantiles, sino en los desconocidos y marginados, esos que dan vida hoy a Cobra Kai. Véase el trabajo de Jacob Bertrand, por ejemplo, quien interpreta a Eli Moskowitz, es toda una revelación.

A manera de conclusión, destaco lo siguiente. En las líneas finas de la historia vemos a un Johny dispuesto a ser una serpiente, ya no una cobra. Es decir, un subgénero del reino animal. Ya sin veneno, renunciando a la capacidad de estrangular e incorporando a las reglas del Cobra Kai la posibilidad de reptar en lugar de “golpear primero, golpear duro y sin piedad”. Johny es una serpiente que ha cambiado de piel. Todo lo anterior, en oposición a su ex sensei John Kreese, una verdadera cobra; un tipo de serpiente superior que tiene entre sus cualidades la de poseer un veneno neurotóxico muy poderoso. Se alimenta de otras serpientes y reptiles; es dueña de una memoria privilegiada capaz de distinguir a quien le haya atrapado y utilizar el recuerdo para perseguir y cobrar venganza: Esa es justo la atmósfera narrativa que vemos en la escena final de esta segunda temporada.

Como sabemos Cobra Kai fue adquirida por Netflix, de la misma manera que este marcateniente compró La Casa de Papel, es decir, cuando ya era un éxito probado. Lo hizo para producir las siguientes  temporadas. En lo personal, solo espero que no la vayan a cagar como hicieron con Casa de Papel; que sigamos viendo grandes detonantes emocionales, la humanización de los personajes y lo mejor de esa rivalidad que ha hecho historia. Sin dejar de ver en Johnny y LaRusso a dos personajes entrañables, de esos que dan ganas de pagarles las copas en un bar. Y si llegan a cagarla, me conformaré con ver la encantadora sonrisa de Elizabeth Shue, que ya ha sido anunciada.

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