La diferencia entre la antropología y la sociología es el pavimento, solía decir un estimado profesor en mis años de universitario. Mi reflexión al respecto es que los antropólogos, que desde entonces eran ya dueños del concepto cultura, no han dejado de antropologizarlo, y bajo la premisa eterna de que es un término en construcción, se han dedicado a la interpretación etnográfica en campo, y más recientemente en el piso de las plazas comerciales, pero en contadas ocasiones en el terreno, aún movedizo, de la economía creativa y en las autopistas que van trazando los procesos de integración global en el campo de la comunicación y la cultura.
Por su parte los sociólogos se han estado sumergiendo en el asfalto de las ciudades globales para mostrarnos el valor económico, político y social de este poderoso ámbito en el proceso de globalización. Hace más de 10 años el sociólogo español Manuel Castells trazó el mapa mundial de lo que Jan Van Dick denominó en 1991 sociedad red en su obra De Netwerkmaatschappij. Inspirador del primer volumen de la trilogía de Castells La era de la información. Trilogía en la que explicó el surgimiento de una revolución tecnológica basada en la información y el conocimiento; generadora de los nuevos procesos económicos que generaron la economía informacional. Economía que engendró empresas-red, de jerarquías planas, donde lo más importante era la interconexión de los distintos nodos. En síntesis, la anatomía de un proceso que cambió las relaciones de producción, experiencia y poder; que redefinió el mercado de trabajo, el empleo, la cultura, la política, el Estado y el consumo, entre otros ámbitos.
Diez años después, el sociólogo y periodista francés Frédéric Martel, hace lo mismo que Castells en su obra Cultura mainstream, cómo nacen los fenómenos de masas (Taurus). Analiza el entertainment en el marco de la ideología de la globalización (la diversidad cultural). Cabe señalar que cuando Castells realizó su Era de la Información, la diversidad cultural era apenas una acalorada polémica entre los especialistas llamada entonces “Excepción cultural”. Apoyada por el grupo de países francófonos y repudiada por los Estados Unidos, en particular por su visión arancelaria, finalmente llegó a ben término tras la oportuna intermediación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que luego de arduas sesiones de trabajo logró sacar adelante la Convención sobre la Protección y Promoción de las Expresiones Culturales.
Cultura mainstream es uno de los primeros estudios mundiales sobre el entertainment, que explica la emergencia de la cultura de los países emergentes y las razones por las que las industrias de contenidos ya no son hoy un tema exclusivo de los Estados unidos. Ya no es Hollywood, sino también Bollywood en la India, TV Globo en Río de Janeiro, Sony en Tokio, Televisa en México, Telesur en Caracas, así como China Media Films y Shanghai Media Group. Es la estrategia de Egipto, Líbano y el Golfo con la creación del Grupo Rotana, cuya misión es difundir una cultura árabe desde su sede en Raid, sus estudios televisivos en Dubai, su rama musical en Beirut y su división cinematográfica en El Cairo. Misma misión que Peter Lam, el dirigente comunista cabeza del grupo eSun, el gigante del cine y la música en China continental y en Hong Kong.
Martel propone hablar de “Industrias de contenidos” en lugar de industrias cultuales, debido a que ya no estamos sólo ante productos culturales, sino ante servicios, contenidos, formatos y gobiernos que buscan el soft power que da la cultura. Eso que en su momento otro sociólogo, el estadounidense Immanuel Wallerstein, denominó geocultura: “La otra cara de la geopolítica”. Solo que en la propuesta de Martel el lector podrá encontrar una puesta al día de lo que sucede en la industria de los contenidos, ya no solo de los Estados Unidos, de eso se han ocupado desde hace un par de décadas investigadores como Herbert Shiller (Cultura S.A.), sino de la cultura emergente de los países emergentes en todo el mundo.
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